Danilo y sus lecciones de madridismo a una afición desagradecida y desorientada

24.01.2017 06:00 de  Iván Cordovilla  Twitter:    ver lecturas
Danilo y sus lecciones de madridismo a una afición desagradecida y desorientada
Bernabeudigital.com
© foto de Daniele Buffa/Image Sport

El Santiago Bernabéu, ese circo romano en el que los leones están en las gradas, los patricios en el palco y los cristianos allí abajo, indefensos como de costumbre. Ya pasaron los años en el fútbol español -aunque volverán- en los que era práctica habitual volverse a los palcos a recriminar al presidente y pedir su dimisión. No es que haya dejado de ocurrir –pregunten en Valencia- pero últimamente, quizás debido a una falta de identificación con la plantilla, las penas e iras de los espectadores se vuelcan contra los jugadores y el entrenador.

Quien conoce el fútbol base, de aficionados y semiprofesional se muestra estupefacto ante el grotesco espectáculo que día sí, día también, se vive en el Bernabéu: pitos, insultos y muy poca ayuda y apoyo a los jugadores y al equipo para que lo hagan lo mejor posible. Nada de crédito al equipo que estuvo 40 partidos sin perder. El fútbol, como cualquier otro deporte, se basa en el espíritu de equipo y la identificación con el club, ya sea un grupo de amigos del colegio o una entidad universal como el Madrid.

Ejemplos no faltan: a un señor llamado Rafa Benítez, madridista hasta la médula y trabajador incansable, se le pitó y criticó ferozmente desde que aterrizó en Madrid. La prensa no le quería y muchos aficionados, bien por falta de criterio o simplemente por una ausencia supina de valores deportivos y humanos, le hicieron la vida imposible antes de que pudiera tomar las riendas del equipo. Su destitución era sabida desde el día que llegó. Luka Modric, el mejor mediocentro del mundo, fue también pitado por los mismos en sus inicios. Gareth Bale corrió idéntica suerte, al igual que Pepe, Diego López o Higuaín. Una gran parte de la afición del Madrid se ha cocinado a fuego lento entre programas deportivos sensacionalistas de televisión, prensa de bufanda y lógica aplastante de masas, que es la menos recomendable de todas. El Real Madrid podrá ser el club con más seguidores del mundo, sin embargo, y le pese a quien le pese, aficionados de verdad hay poquitos, y la mayoría no van al Bernabéu.

Porque un verdadero madridista no juzga a un jugador por el precio que ha costado, más bien cuestiona a los dirigentes si no está de acuerdo. Valora a los que se dejan la vida en el campo. Todavía queda gente que anima a Danilo, que se alegra cuando le salen las cosas bien y que le apoya cuando vienen mal dadas. Porque pitar a un futbolista en crisis, además de poco inteligente (Danilo está mentalmente destrozado), es de una bajeza moral preocupante. Por supuesto que es cuestionable si Danilo alcanza el nivel mínimo para jugar en el Madrid, pero lo importante no es eso. Lo esencial es si se ha adulterado tanto el espíritu deportivo que ya no se premia el esfuerzo, la pasión y el amor por unos colores. Porque no es fácil encontrar a un deportista que no pierde la ilusión de jugar y las ganas de trabajar por el equipo con miles de energúmenos insultándole cada vez que comete un error o cuando no lo hace. ¿Cuántos de nosotros soportaríamos que nos vejaran cada día en nuestra empresa, cuestionaran nuestro trabajo y aun así no nos dejáramos ni un gramo de esfuerzo en sacar lo mejor de nosotros mismos? Deberíamos reflexionar.

Los aficionados deberíamos aprender de aquellos que todavía mantienen intacto el amor por su club. El Bernabéu se ha convertido en un circo romano en el que se juzga, casi siempre desde el desconocimiento, quién debe morir y quién no y se ha olvidado completamente que el deporte va más allá de eso. Porque el verdadero madridismo es disfrutar muriendo en la orilla, como aquella eliminatoria perdida ante el Dortmund, no ir dando lecciones de fútbol a Zidane y pitar a los que menos lo merecen y que más necesitan el abrigo de la afición de toda la vida.