Felicidades, don Diego
Paradela (Lugo) vio nacer un 3 de noviembre de 1981 a Diego López, de los López de toda la vida. Un chico normal, madridista y que últimamente parece haber hecho un pacto con el diablo, a tenor de lo visto sobre el terreno de juego. Diego está en su plena madurez futbolística a sus 32 castañas. Rápido, ágil, buena colocación, dominante en el juego aéreo y con gran desplazamiento en largo del balón. Digamos que 'Superlópez' tiene lo que uno -que hizo sus pinitos como portero- siempre quiso tener y no tuvo a la hora de colocarse bajo los tres palos.
El estado de forma del guardameta es excepcional, convirtiéndose en uno de los pocos hombres de Ancelotti que está dando la talla partido sí y partido también. No posee los padrinos ni el bombo mediático que otros, lo que ha hecho que injustamente se infavaloren todas sus cualidades. Diego López transmite seguridad y confianza, es decir, aquello que se le pide a un cancerbero de todo un Real Madrid.
Sin duda, el gallego es uno de los mejores porteros del mundo en la actualidad, aunque Del Bosque no quiera, no pueda o no sepa verlo. Y es que la mayor afrenta que ha hecho Diego es apellidarse López, eso y no ser del grupo de protegidos de los grandes medios de comunicación de este país. El portero pertenece al grupo de los 'normales', al de Arbeloa o Xabi Alonso, un tipo de futbolista en especie de extinción.
Señor dentro y fuera del campo, Diego López no será el portero de la 'Décima'... o sí, vete tú a saber. Pero lo que nadie puede discutir es que con Diego López bajo palos, 'el madridismo se siente seguroooo... '. Felicidades, don Diego.