Inquisidores y correveidiles
El simple hecho de escribir esta columna semanal en Bernabéu Digital está consiguiendo que, cosa rara, me reconcilie con la carrera de Periodismo que estudié hace ya muchos años. Bueno, tampoco es que sea una reconciliación en toda regla, es sólo que me doy cuenta de que, en realidad, aprendí más cosas de las que suelo pensar. La mayoría de las asignaturas no me sirvió para nada, léase Semiótica o Teoría del Cine, por poner dos ejemplos de materias inútiles, pero de alguna de las otras parece que algo se me quedó grabado en el inconsciente. Por ejemplo, y aunque la asignatura de Radio resultó una decepción, por academicista y poco pegada a la realidad laboral, sí me quedó muy claro que, en una entrevista, bajo ningún concepto has de asentir a las palabras del entrevistado, ya sea con palabras sí, por supuesto, claro o con sonidos guturales de aprobación.
Otro de los errores a evitar en una entrevista, rueda de prensa, zona mixta o asalto a micrófono armado, es formular una pregunta que ya contenga en sí misma la respuesta. La explicación a esta regla es, o debería ser, muy sencilla para cualquier profesional de los medios: el receptor de la información no desea saber lo que opina el periodista, el que pregunta, sino el personaje que ha de responder. Y éste ha de hacerlo libremente, sin ser pastoreado con sus palabras por el ciudadano periodista.
Pero, en estos tiempos que nos toca vivir, en los que los ciudadanos periodistas parecen creerse el sujeto de la información y no los meros transmisores de la misma, algo tan básico parece haber sido olvidado. Las preguntas que se formulan no es que contengan la respuesta de forma implícita, o subliminal, sino que se ofrecen de forma explícita al entrevistado para que éste sólo tenga que decir sí, amén, cómo no se me había ocurrido, gracias por ahorrarme el trabajo de pensar por mí mismo.
Pero, ¿qué sucede cuando el que recibe la pregunta dice no, estás equivocado cuando comentas eso, o simplemente se va por la tangente?
Si damos un paso más en el camino de la subversión de los roles entrevistador-entrevistado, nos daremos cuenta de que, en el fondo, lo único que quiere un ciudadano periodista es obtener respuestas que ratifiquen sus tesis preestablecidas. Hace unos días, en Radio Marca, y tal y como puse de manifiesto en El Radio, tuvimos un claro ejemplo de lo que estoy señalando. Puesto ante la tesitura de elegir entre Diego López e Iker Casillas, Paco Jémez, entrenador del Rayo Vallecano, intentó varias veces zafarse de emitir un juicio categórico. Sus inquisidores, perdón, quise decir entrevistadores, no cejaron en el empeño, variando la formulación de la pregunta cuantas veces fue necesario, hasta que Jémez les dio la respuesta que estaban buscando con tanto afán: Casillas es mejor portero que Diego López. Y lo peor vino después, con las expresiones alborozadas de Paco García Caridad, Roberto Gómez y Amalio Moratalla, felices de haber logrado el objetivo previamente fijado. Como me dijo alguien en Twitter, el próximo paso será amenazar al entrevistado con no dejarle salir del estudio hasta que no responda lo que ha de contestar.
Hay otra práctica periodística especialmente insufrible, sobre todo en el ámbito de las ruedas de prensa, que también quería poner de manifiesto: el periodismo chivato y correveidile. Basta con que un personaje haga unas declaraciones en las que mencione a alguien, ya sea de pasada o directamente, para que una turbamulta de ciudadanos periodistas acuda donde el segundo para contarle, desinteresadamente, por supuesto, lo que de él se ha dicho. Y no les importa lo más mínimo que, en el momento de relatar las manifestaciones objeto de la pregunta, por el camino se hayan quedado dos o tres detalles que, en muchas ocasiones, varían sustancialmente su significado. Que la realidad no te arruine una buena pelea verbal, parece que es el lema que tienen grabado en el micrófono. ¡Ah! Y no penséis que todo acaba ahí. Como si fuese un partido de tenis, la pelota, la respuesta del segundo, volverá al primero por el mismo cauce, otra pregunta de algún honesto ciudadano periodista, para continuar con el peloteo desde el fondo de la sala de prensa.
PS: Si pensáis que exagero, sólo tenéis que prestar un poco de atención a las próximas comparecencias de cualquier futbolista o entrenador, da igual del equipo que sea, para comprobar que, en realidad, me he quedado corto.