La última mirada de Xabi Alonso

22.08.2013 00:00 de  Redacción   ver lecturas

Va llegando el ocaso. Sus piernas dejaron de perseguir rivales con la misma intensidad y sus botas dibujaban cada vez menos líneas de pase. El círculo central del Real Madrid, donde ha impartido maestrías de arquitectura durante cuatro años, transita hacia una nueva etapa sin su presencia. Modric, Casemiro y Khedira tratan de compensar su regia figura. El madridismo sospecha estar ante la última temporada de Xabi Alonso y una melancolía seca se oculta detrás de la ilusión que supone el nuevo proyecto.

El fútbol formó parte de su infancia tanto como Conocimiento del Medio y los quebrados, siempre obligado a priorizar lo segundo. Educación exquisita, incuestionable modelaje futbolístico: "Esto es una cadena de mando y yo respeto mucho las jerarquías. Mi padre ha sido entrenador, crecí en casa respetando mucho su figura. Ser el director de 25 jugadores es dificilísimo." Aterrizó en Madrid cinco años más tarde de lo deseado. No obstante, se le esperaba con la misma ilusión que en 2004. Una medular huérfana de comandantes por donde paseó Gago y desfiló el Guti crepuscular y festivo.

Con Pellegrini, y ya con él al mando, el club evolucionaba hacia la competitividad perdida. Hizo de la zona central del Bernabéu su playa de la Concha particular, su morada. Cambió hábitos desarrollados durante su etapa británica, donde Mascherano era el alfil y él la dama, con recorrido. Quedó anudado a los centrales para compensar la locura táctica de Lass en los primeros tiempos y, ya con Khedira y Mourinho, acabó por cuajar como referencia. Referencia en la transición, ofensiva y defensiva, la obsesión de los equipos del entrenador portugués, su inseparable instructor en estos tres años.

Compensó su añeja capacidad de llegada y disparo lejano por una inteligencia futbolística premium, forjada en los lodos de la Premier y en las pizarras de grandes entrenadores como Benítez y el propio Mourinho. Sabiduría para hacer funcionar al equipo que mejor contragolpeó del fútbol moderno –el Madrid 2010/2012- con su sutil desplazamiento de pelota y de piezas en el tablero. Xabi Alonso guionizó el mejor Madrid de Mourinho, como si de una serie de la HBO se tratase. Fue una emisión de fútbol en HD después de un Bernabéu que vivió años de blanco y negro. Infinidad de partidos de la 2011/2012 mostraron al Alonso más competitivo de su carrera. Todos recuerdan el gol de Cristiano Ronaldo en el 1-2 del Camp Nou, pero pocos reparan en la capacidad de Khedira y Alonso de anular al centro del campo del mejor Barça de su historia e impedirles hacer una ocasión clara en 70 minutos.

Un líder sin brazalete, porque no lo quiere. Xabi Alonso impone sin mover los labios.  Es un jugador paradójico: autómata para el colectivo. Una estirpe que va abandonando el fútbol. Una manera que se pierde de entender la profesión. Un jugador para la memoria del madridismo que no necesitó estar 20 años en el club. Menos de un lustro le bastó para entender a la perfección los entresijos –malos y buenos- de Concha Espina y los aires de renovación que empujan a la institución. Un modelo sin tinta en el cuerpo ni botas blancas o de colores. Sobriedad mecanicista de botas oscuras. Clasicismo futbolero.

Y en esto que escribo, conozco la desgraciada noticia de su lesión en el quinto metatarsiano. Alarma menos porque, como expresé antes, Xabi va haciéndose a un lado para dar paso a una nueva legión de centrocampistas. Se hace a un lado como un hombre de la antigua orden madridista, condicionando su renovación a su estado físico y a su capacidad de aportar a la plantilla, siendo justo con la grada y consigo mismo. Pero apena. Apena saber que consumimos con casi total seguridad los últimos meses del factótum tolosarra y que, al menos tres de ellos, permanecerá lesionado. Es como si viéramos uno de sus pases de 40 metros exquisitamente golpeado. Como si lo viéramos a cámara lenta. El pase se agota, el balón rota con suavidad y está a punto de llegar a la banda contraria, al pie de un compañero. Y cuando éste lo controla, entendemos que es su última acción. Antes de alcanzar la bocana del tunel de vestuarios, mira a su afición fiijamente, seduciéndola y diciendo sin palabras que el Madrid puede ser un club que respete las jerarquías y que se guíe por el mérito. "Ser del Madrid no es lo mismo que ser madridista". Mucha fuerza en la recuperación, maestro.