¡Ole, ole, ole, Mou y Simeone!
¡Qué bonita es la Champions en su plenitud!. Madrid, Bayern y dos conjuntos que han demostrado ser equipazos -en la plenitud de la palabra- como son Chelsea y Atlético de Madrid estarán en el sorteo de las semifinales.
Los blancos parecieron cerrar la eliminatoria en la ida, sin embargo, esa extraña manía que tiene este equipo, al que a veces le falta IQ, de abrir la caja de pandora en el momento más delicado, le hizo titubear hasta que Casemiro entró en el partido con sus ovos por delante. Las críticas a Ancelotti, nuevamente excesivas. El Bayern, al igual que el Madrid, jugó con fuego, pero las verdaderas estrellas del equipo de Guardiola salieron a flote en el momento clave para acabar con el idílico sueño de los red devils.
Ahora bien, la mención especial la tienen los entrenadores más fisicos e intensos del fútbol moderno. Mourinho y Simeone han demostrado la importancia de la intensidad, de la presión y de la testiculina necesaria para que un equipo sin grandes estrellas haga temblar la Champions League.
Al poco de su llegada al banquillo colchonero, el 'Cholo' se deshizo en elogios hacia el que por entonces era técnico del Madrid. El tiempo ha demostrado que aquellos halagos no eran simples flores, sino un estilo, una manera de entender el fútbol a seguir. Todos trabajan, todos corren, todos ganan.
El 'cholismo' y el 'mourinhismo' comparten las mismas bases. Sin embargo, para algunos plumillas lo primero sea digno de ensalzar cual cristo en estas fechas, mientras que lo segundo sea casi un movimiento neonazi como alguno ha dejado entrever. Sin restar ni un ápice de importancia a la lectura táctica que tanto el argentino como el portugués poseen, lo anímico y motivacional que ambos llevan por bandera es su sello distintivo.
Son los líderes del equipo, las estrellas están a su altura, ni por encima ni por debajo. Todos trabajan por igual, morder al rival es obligatorio, la intensidad debe solaparse con lo técnico y no ir supeditado. Es el éxito del otro fútbol que se hace mal llamar. Es el premio al trabajo, aunque para algunos valga y para otros no. Veremos si las propuestas emocionales puden derrocar al fútbol más técnico que proponen los clásicos de estas semifinales.