1,5 segundos
eternidad.
(Del lat. aetern?tas, -?tis).
1. f. Perpetuidad sin principio, sucesión ni fin.
El pasado lunes, puesto una vez más ante sus contradicciones, él, que presume de una excelente memoria, Roberto Gómez adujo, para justificar una repentina y conveniente amnesia, su cualidad de presentista. Ni estudioso, ni erudito, ni tan siquiera historiador de medio pelo, él se proclamó un orgulloso y contumaz presentista. El futuro aún no existe, el pasado nos puede traer recuerdos de palabras que mejor no haber pronunciado, así que, mejor, seamos todos presentistas.
Analicemos la realidad según lo acontecido en los últimos 1,5 segundos, lapso de tiempo que, dicen, tarda un pez en olvidar todo lo inmediatamente anterior. Y lo remoto también. La vida, el Universo y todo lo demás quedan reducidos a la suma de interminables fragmentos que duran 1,5 segundos, apenas un estornudo, y así jamás podremos caer en contradicción alguna.
Si el viernes he de sostener que el juego, el arte, el estilo, la filosofía son lo que importa, porque así nos conviene, a mí y al titular del fondo de reptiles, nadie me podrá sacar los colores porque el lunes me agarre a la clasificación, al puntaje, como una garrapata porque, aburrido el juego, traicionado el estilo, olvidada la filosofía, ganar es lo que importa y el fin justifica los medios.
Dijo en una ocasión Alfredo Duro que el principal deporte practicado por los ciudadanos periodistas es el ventajismo, el análisis a toro pasado, la revelación del sexo del animal una vez vistos los atributos. Con la teoría y práctica del presentismo, tal acusación quedaría sin razón de ser. Nadie podría acusarnos de giracasacas porque nadie recordaría lo que dijimos 1,5 segundos antes.
Así, Emilio Pérez de Rozas podría vivir alegre y satisfecho tras asegurar, categóricamente, que el FC Barcelona es el mejor equipo de España por el hecho incontestable de encabezar la clasificación de la Liga. Tres días más tarde, sin que se le moviese un solo pelo de la barba, el mismo ciudadanos periodista podría sostener la misma tesis, que el Barça es el mejor, aludiendo a otras cualidades, reales o inventadas, porque nadie recordaría sus anteriores palabras.
De igual forma, el director de Radio Marca, Paco García Caridad, no tendría que sonrojarse porque alguien le recordase que, durante semanas, ha sostenido machacona y tercamente, que el Atlético de Madrid es el mejor equipo de la Comunidad. ¿Razones? Que su clasificación en la Liga era mejor que la de su vecino de enfrente, el Real Madrid. El presentismo, unido al otrora abominable resultadismo, impediría cualquier crítica o reconvención. Ventajas de la desmemoria generalizada.
Sin embargo, al igual que Spiderman tiene un mortal y encarnizado enemigo, el Doctor Octopus, el presentismo también tiene su némesis. O sus némesis. Por citar tres, Hemeroteca, Fonoteca y Videoteca, los tres ángeles al servicio, no de Charlie, sino de un invento del maligno llamado Internet. Porque la Red ha sido el principal antídoto contra la natural tendencia del ser humano a no hacer nada, a no realizar esfuerzos innecesarios. ¿Vestirme, salir de casa, acercarme hasta una biblioteca para consultar su hemeroteca y cotejar lo que ahora se escribe con lo que apenas hace un mes se afirmó? ¡Cielos, no, qué infinita pereza! Mejor me acojo a la cláusula del 1,5 y vivo feliz en mi ignorancia. Mis úlceras estomacales me lo agradecerán. Pero, ¿y si lo único que debo hacer es flexionar tres o cuatro veces un dedo para, en tres o cuatro clics encontrar todo y más de lo que necesito consultar? ¡Ah, eso es otra cosa!
Pero es que, además de la vagancia congénita, el ciudadano periodista necesita que el consumidor de la información/opinión padezca esa tara alzheimerosa que él, en su infinito egocentrismo, le adjudica. Y me temo que, cada vez más, el oyente, el lector, el televidente, se rebela ante esa consideración de retardado acrítico que se le atribuye desde los medios.
Anclados, no ya en la Galaxia Gutenberg, sino en la tradición oral, sin rastro de documentación escrita que pudiera servir de prueba en su contra, los ciudadanos periodistas han sido sobrepasados, arrollados, laminados, por la Galaxia Digital, por una conjunción de innumerables mentes y máquinas funcionando al unísono. Es como un cerebro gigantesco formado por miles y miles de neuronas conectadas entre sí a través de la fibra óptica con un único propósito: que no les engañen más.
PS: Tal vez la explicación a todo lo anterior se encuentre en una vieja canción de Víctor Jara, Te recuerdo Amanda, donde el chileno decía que la vida es eterna en cinco minutos. Si la eternidad no tiene principio ni fin, y cinco minutos son eternos, podemos convenir que 1,5 segundos resultan ser un 0,5% de eternidad. En cualquier caso, mucho tiempo.