Cristiano, Balón de Oro

Cristiano, Balón de Oro
lunes 11 noviembre 2013, 00:00Opinión
de Francisco José Reina

Cientos de peñas viajaban hacia el Bernabéu y yo iba en una de ellas. Mi camiseta mourinhista alertó a los presentes y algún que otro reproche hubo de los que no entienden que un entrenador elija su alineación y no alinee a los que elija la prensa. Discusiones aparte, todos viajábamos con la ilusión de ver al que nunca nos falla, nuestro Madrid.

El ambiente previo al partido era fantástico. Este sentimiento que no entiende de edades ni de nacionalidades ni de ideologías hacía que las calles se llenaran bajo el aroma de los sueños que horas después se harían realidad. La atmósfera que se respiraba en los aledaños del imperial Bernabéu se enturbió un poco en Marceliano Santa María -lugar de reunión de Ultras Sur- donde la peña radical del Real Madrid se vio envuelta en una pelea entre miembros de la misma por, presuntamente, temas de poder dentro del grupo. Cuentan también, que la chispa que desencadenó todo fue una supuesta traición de uno de los líderes históricos, Álvaro Cárdenas. Esto marcó la nula animación de UUSS durante el partido y dibuja un futuro incierto y delicado en la agrupación.

Pero como digo, los sueños se hicieron realidad. El Nessun Dorma marcaba el inicio del espectáculo que poco después se convertiría en fiesta, donde el  actor principal no podía ser otro que Cristiano Ronaldo. Ochenta mil personas pueden morirse a gusto sabiendo que  vieron al mejor jugador del mundo sobre el verde.  Qué fiera. Todo lo que tocaba se convertía en oro. El Bernabéu, que se asombraba ante la maestría de Xabi Alonso y los destellos de los demás, reventaba en un clamor: "Cristiano balón de oro".

Después vinieron los aplausos, los pitos, los murmullos y las celebraciones, pero en la salida del partido nadie hablaba de otra cosa, Cristiano, Cristiano y Cristiano. Nadie más. Todos vemos en él la encarnación del Real Madrid en un jugador. Odiado en todo el mundo por su sacrificio, lucha, maestría, clase y pundonor al servicio del equipo de la capital. Cristiano no es un jugador, ni un ídolo. Es el jugador. El ídolo. Y ya está en la historia del Real.

El viaje de vuelta fue más tranquilo, las sonrisas de los madridistas era el relato de un sueño que se acababa de hacer realidad, las miradas perdidas recordando lo vivido narraba con sentimientos lo que habíamos disfrutado. Aunque eso sí, mi camiseta de Mourinho seguía dando que hablar.