El éxito pasa por Mestalla
En el recuerdo permanece imborrable aquel salto majestuoso de Cristiano Ronaldo para rematar el balón que nos daría una de las primeras alegrías de aquellos tres años de intenso madridismo. Mestalla se dibuja en el horizonte como el lugar para alzar de nuevo la Copa del Rey y, a su vez, como estadio portador de las esperanzas de una Liga blanca.
Es el momento idóneo. No tenemos a Cristiano, pero sí al ecuánime tándem Bale-Benzema, cimentado bajo la sombra del Di María eléctrico, trabajador y veloz que se ganó un puesto fijo en el equipo y bajo la batuta de un mediocampo en continuo crecimiento. Ganar la Copa del Rey supondría matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, conquistar un título - que sirve de aliento para las semifinales de la Champions y que puede ser el único, o que acompañe a otro - y, por otro, dar la estocada final al Barcelona. En nuestras manos está el final del Barça. Después de caer en Champions y del tropiezo en Liga, llega la final de Copa y emerge la oportunidad de acabar con ellos. Mermados ante la multitud de casos negros a sus espaldas, sabedores de la imposibilidad de fichar la próxima temporada y con un Messi apático, un Xavi resignado y una defensa en horas bajas, el Barcelona no llega en su mejor momento. Pero el ficticio favoritismo del Madrid no debe dar paso a la inacción mostrada recientemente en Dortmund, sino a todo lo contrario. Que la intensidad, las ganas, el coraje y el pundonor los aplasten definitivamente. Las frases de Xavi en contra del Real Madrid a lo largo de la temporada, el pisotón de Busquets a Pepe, el penalti de Neymar en el Bernabéu, los dos que dejaron sin pitar en el Camp Nou y los diversos roces de la temporada tienen que empapelar el vestuario del Madrid. Hay que salir a matar.
En la tierra de las flores y la luz se afincan las posibilidades y el éxito del Real. Por Mestalla, como digo, no pasa no sólo la Copa, sino también la Liga, pues la esperanza del Madrid en Liga reside en que el Atlético pinche contra el Valencia para llegar a las últimas batallas a pecho descubierto y con la ocasión de triunfar.