Esperando a los Reyes Magos
El Madrid cierra el año tercero en la clasificación y a cinco puntos del segundo y del líder, acogidos aún a esa esperanza del nuevo proyecto deportivo al mando de Ancelotti. La Liga anda ya por la mitad y hay razones para creer y para no hacerlo. Las que sí se agarran a Cristiano y a la nueva hornada, la que no a los males imperecederos del Real.
Florentino ya ha pedido por Reyes una solución a los males por alto del equipo, cosidos a la piel desde hace años. Ayer la culpa no fue de Diego, pese a que los obstinados digan que sí por aprovechar su mal partido para conseguir su objetivo, pues entiendo como fallo que un tío de poco más de metro y medio remate sólo en el área y no que un portero no pare el despropósito de la defensa. Aunque ese no es lo único que pide el presidente; también ha pedido que sus jugadores aprendan lo que es la autocrítica, y que no les "entre por un oído y les salga por el otro".
Lo que no pedirá Florentino son ideas en la cabeza de Modric, que hace de sus partidos recitales dignos de guardar. Ayer, mientras la defensa del Valencia intentaba sobrevivir a los típicos minutos rabiosos del Madrid en plena remontada, en la jugada del gol de Jesé, se sacudió la presión de los cinco defensas con un pase al canario entre líneas mientras miraba al tendido como el que busca el saludo de la mujer en la grada, completando así un gran partido junto a su pareja de baile, Xabi, del que leemos sus últimas páginas en la historia del Madrid con la sensación que dejan las últimas líneas de un libro al que venimos saboreando desde su comienzo.
Lo que si esperemos que pida es un central en invierno, para paliar la baja de Varane y para dar banquillazo a Ramos, necesario ante tanta ridiculez. El error de Ramos estuvo en creerse cuando aterrizó en Madrid aquello de que era el nuevo Maldini o el nuevo Hierro cuando no llegaba ni a Iván Campo. Lo del sevillano se resume en lo que en su día dijo Karanka: "Ramos es el mejor central del mundo, pero podría ser mejor. Pero es Sergio...".
A la espera de los Reyes, el Madrid descansa en Navidad caminando encima de la línea entre el bien y el mal.