Gales al fin sonríe
A lo largo de los siglos el actual País de Gales ha sufrido duras batallas contra Inglaterra. Los enfrentamientos en el siglo XIII se sucedían constantemente, hasta que en 1277 estalló la guerra entre ambos, personificada en Eduardo I de Inglaterra y Llywelyn el Grande, rey de Gales. El resultado final de esta batalla fue el Estatuto de Ruddhlan que limitaba las leyes en la zona galesa y Gales pasaba a formar parte de Inglaterra. Desde entonces el movimiento rebelde ha continuado hasta nuestros días, con el actual movimiento independentista galés.
Más recientemente y para tragedia también de los galeses sucedió otra historia dramática. En 1865, la nave Mimosa, con 153 inmigrantes abordo desembarcó en Golfo Nuevo, en la Patagonia Argentina. En busca de agua dulce se establecieron a orillas del río Chubut, lugar deshabitado por entonces. Construyeron canales, escuelas, ferrocarriles y una ciudad en la que buscaban practicar su fé y mantener sus tradiciones. El lugar empezó a ser apetecible y finalmente fueron echados de su país por el maestro Owen Williams, precisamente de nacionalidad inglesa.
Deportivamente hablando el país no ha sido una potencia. Tan sólo en rugby, en donde participa todos los años como muchos saben en el VI Naciones y ha sido la segunda selección que más veces ha ganado el trofeo, 24, sólo superada por Inglaterra con 26 trofeos. Mientras, en fútbol un tal Ryan Giggs ha paseado a lo largo de sus incontables juventudes futbolísticas la bandera galesa allá por donde ha pasado.
Sin embargo, la historia del balompie galés también ha vivido sus episodios oscuros. Uno de ellos fue el pasado noviembre de 2011 cuando el seleccionador de Gales por aquel entonces, Gary Speed, y uno de los futbolistas con más partidos en la Premier, fue hallado muerto en su apartamento. Su muerte conmocionó al fútbol y, sobre todo, a Gales. Él estaba siendo el renovador del fútbol del país británico. Una vez más, a los galeses les tocó llorar.
Pero a estas alturas de 2014 hay motivo para sonreir. El VI Naciones no lo han ganado pero un chico está haciendo de ala en la banda derecha del Santiago Bernabéu pero con el balón en los pies. Cuando Gareth Bale coge el cuero y despega su potencia, los rivales se asemejan a los policías que corren detrás de la ardilla que se ha colado en el campo. Parece que juega con descargas eléctricas. Por favor, al que lo maneje decidle que deje se usar el R1, que la barra de fatiga puede acabarse.
El miércoles respondió en un partido importante. En total ya son 17 goles y 16 asistencias, sin pretemporada, que es como si disparas con un fusil sin haber observado por la mirilla. Ya los vídeos de Youtube son para otros. El corazón de Bale se dedica a hacer sonreír a los madridistas y, cómo no, a Gales.