Héroe del silencio

30.08.2013 00:00 de  Redacción   ver lecturas

Trabajador, ambicioso y, sobre todo, muy silencioso. Así es Diego López, o por lo menos eso es lo que se ve desde el escaparate. El camino que ha tenido que atravesar el guardameta, sin embargo, ha estado lleno de obstáculos de principio a fin. Buen ejemplo de ello es la situación en la que se encuentra desde hace ya unos cuantos meses. Utilizado como moneda de cambio en una batalla en la que no tuvo nada que ver, Diego López ha tenido que sufrir las collejas constantes de una parte del madridismo y de la prensa que, lejos de valorarle y tenerle en cuenta, se ha limitado a ningunearle y a intentar arrebatarle el mérito que se ha ganado a base de esfuerzo.

Sin embargo, todos los que incurren en esos errores olvidan algo muy importante. Diego López ha sabido sobreponerse a todas las adversidades que se han cruzado en su camino, y no lo ha hecho con la ayuda de nadie. Quizás tampoco haya tenido a tanta gente en contra, como sucede actualmente, pero desde luego que nunca ha necesitado cogerse de la mano de nadie para mantener sus pasos firmes y hacia la dirección que él mismo quería seguir.

Fue suplente de Casillas durante la temporada 2006/2007 para después llegar al Villarreal. Se despidió de forma silenciosa de un Santiago Bernabéu que no alcanzó a oir el esperanzador susurro de Diego López. "Hasta luego", dijo en bajito y sin molestar a nadie. En Villarreal comenzó en el banquillo, aunque el trabajo y el esfuerzo le llevaron a desplazar a Sebastián Viera de la titularidad y a convertirse en el encargado de la seguridad del Submarino Amarillo. Allí pasó algunos años buenos, aunque el descenso de su equipo acabó con el lucense fichando por el Sevilla y condenado a vivir bajo la alargada sombra de un Palop que llevaba ya años defendiendo esa portería.

Volvió a atravesar momentos difíciles hasta que el número de Florentino Pérez apareció en su teléfono. "Chato, vente pa'cá", le dijo el presi en tono amable. Y allá que fue el de Paradela, acordándose del día en el que susurró "hasta luego" al Bernabéu, y consciente de que el destino le había premiado y dado la oportunidad de ser titular durante unos meses en el Real Madrid. A partir de ahí, el esfuerzo del lucense hizo el resto. A base de buenas actuaciones, de mantener la boca cerrada y de currar a destajo acabó la temporada bajo palos con Casillas ya recuperado.

El verano y la salida de Mou hizo que muchos diesen por hecho que 'Superlópez' se iría con el rabo entre las piernas. El ansia homicida de Mourinho ya no tenía lugar en el Real Madrid y la gente pensó -ilusos- que Casillas tenía vía libre. La legaña en el ojo de Iker, la pelusilla de su ombligo, por fin dejaría de dar guerra al de Móstoles y al madridismo. Pero Diego sabía que ese tren con los vagones pintados de blanco solo pasaba una vez en la vida y no pensaba dejarlo pasar. Trabajo e ilusión, una vez más, le llevaron a la titularidad ante el Betis, el primer partido oficial del año, y ante el Granada el otro día.

Parte de la afición volvió a mostrar su disconformidad, pero él se mantuvo calmado y con la conciencia tranquila. Él es el primero que sabe que no es una locura ocupar la portería madridista mientras Casillas calienta el banquillo, porque él es el primero que sabe todo lo que ha tenido que pasar para llegar hasta ahí. También sabe que la verdadera injusticia es que muchos tilden de 'injusta' su titularidad y que digan que Iker Casillas es el portero por decreto del Real Madrid, pero Diego se lo calla. Si acaso se acordará de Bunbury cuando cantaba aquello de "déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer" mientras ve todo lo que sucede a su alrededor. Pero nunca lo cantará en alto.

Nunca agachó la cabeza, y si lo hizo siempre volvió a alzarla al día siguiente. Nunca dejó de perseguir su sueño, pese a que este corría muy rápido y era demasiado ágil como para poder ser alcanzado fácilmente. Siempre en silencio, siempre haciendo caso omiso a las críticas y siempre trabajando. Buscando ser el héroe del Real Madrid y siendo un héroe del silencio. Siempre 'entre dos tierras'.