La costilla de Iker
Voló la pelota como un mosquito despistado y la fatalidad se cebó con la costilla de Iker. De un tiempo a esta parte, el área del Madrid es un territorio abonado al sobresalto y la circunstancia insólita, un espacio imprevisto, una puerta de entrada a lo surreal. Regresó el capitán debatido doscientos días más tarde y pisó las briznas para abandonarlas en un santiamén por culpa de un codo, el de Ramos, que es un tipo que suele pasar por donde no toca, sea el costado de un colega o un japo iluminado por los ojos de Pilar Rubio.
Y se lió otra vez, claro. Intérpretes como Segurola se elevaron sobre lo tangible y encontraron los culpables lejos de Camas, pues ya se sabe que la maldad tiene ritmo de fado. En realidad la costilla herida desfiló al vestuario por culpa de Mou y de su falange, formada por hordas de tuiteros abducidos que gastan la vida montando broncas en la tasca de borrachos. Twitter es un sitio en el que la gente de bien no está pero al que hay que mentar cada cinco minutos para ilustrar, por ejemplo, cómo se clava un brazo con mala leche virtual.
Resulta muy insana la felicidad por el dolor ajeno, sea físico o moral, por lo que no entiendo que una lesión sea motivo de alegría para nadie. Es tan poco edificante celebrar la costilla amoratada de Iker como el penalti y la expulsión de Adán del curso pasado. Parte del Bernabéu reaccionó entonces con júbilo ante la inferioridad de su equipo y el más que probable gol en contra. Todo con tal de restituir a su ídolo. Eso sí, según muchos analistas aquello resultó de lo más normal.
El caso es que, puestos a buscar culpables simbólicos, uno ve en la propaganda mitificadora de cierta prensa la fragilidad trágica del portero de Móstoles. Héroes épicos ha habido muchos y todos han tenido su talón igual que los "santos" tienen costillas. De tanto insistir en las tertulias en lo del marco mejor guardado del planeta el cruel azar acaba recreándose con una contusión a la mínima. Con eso y con un soldado raso, Diego López, que sustituye al dios caído para blocarlo todo mientras calla. Puede que se trate de la imprevisibilidad de la prosa poética y de las musas, que son más cachondas que las cejas de Carletto.
Cachondas y cotillas, pues también revolotean en los chismorreos de la televisión basura y el papel cuché, que especulan estos días sobre la nacionalidad del hospital en el que nacerá Casillas Jr. Los rumores de té a las cinco que se gastan Ana Rosa y Sara se suman de ese modo a una enfermedad crónica que tiene peor remedio que un golpe en la costilla.
Lo más lamentable, con todo, es que quien más sufre la dolencia de semejante ruido es el Madrid. Y no en un huesecillo sino en sus órganos vitales, que están muy por encima de todas las negritas de esta columna.
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