Un hábito
El madridismo, aquí en Cataluña, se alegra hoy más que nunca de que el Real Madrid de basket abra la nueva era con un triunfo de prestigio. Y es que amigas y amigos seguidores merengues, los blancos vencieron al Olympiacos igual que hace 16 años en el primer partido de la Euroliga.
No saben ustedes bien qué significa esta conquista. El calado de esta victoria representa una tarjeta de presentación mundial desconocida, pura y fresca. Y es que la nueva era de la Euroliga, la del todos contra todos y más de cinco millones para el campeón, alzó el telón en un Barclaycard Center lleno hasta donde se perdía la vista. Como hace dieciséis años, el Real Madrid ganó al Olympiacos. Entonces en un escenario de menos pretensiones (el viejo Saporta) y en una competición que echaba a andar al margen de la FIBA. Triunfo de prestigio, aquel y éste, tras escalar la habitual cumbre roja, el ochomil nuestro de cada día que levantan los de El Pireo arrimando hombros. Llull y Doncic marcaron el paso, pero el colectivo sacó nota alta. Hay talento y parece que también cohesión de grupo. Equipo. Aunque más que equipo, lo que hay es brigada, operarios, obreros.
La cuadrilla nos dará de nuevo muchas alegrías este año. Seguiremos callando bocas a los que siguen opinando, como dándose contra un muro, que somos un club de baloncesto. El club de basket por antonomasia. Todo ello capitaneado por nuestro estandarte, nuestro Spanoulis propio: Sergio Llull. En el partido contra los griegos, 22 puntos y 20 de valoración, para un alma máter que encaja perfectamente en la idea de juego implantada por Pablo Laso. Sus piernas rápidas y potentes le permiten hacer mucho daño en contraataques y transiciones de canasta a canasta. En estático, además, puede castigar al rival con su temible tiro de tres.
Esta temporada estamos seguros que va a tirar de repertorio, con la melodía de los que no se rinden. Llull además tocará posiciones de base y escolta, según el estilo y las necesidades de cada grupo. En sentido se me ocurre aquella frase de Artistóles en la que asegura que "somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto sino un hábito".
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