Benítez, meritocracia y esperanza
Después de digerir una temporada en blanco, el adiós de Ancelotti, y la llegada de un nuevo impulso, llega la hora de mirar hacia delante. El futuro próximo del Real Madrid tiene el nombre y apellido de un viejo conocido de la 'Casa Blanca¡, de un técnico al que tachan de defensivo y metódico, de tener mano dura y de no dejarse llevar por los nombres de los jugadores. Rafa Benítez vuelve a su casa, regresa para cumplir su sueño: entrenar al Real Madrid.
Su llegada así como su presentación han traído consigo muchas voces críticas. Poco revuelo mediático; un currículum bueno, pero no a la altura del Real Madrid; y el miedo de muchos a que su exigencia lleve a algunos de sus niños bonitos al banquillo. Pero la realidad es que en el día que se confirmó que Rafa era el elegido, se pudo ver a un hombre con carácter, pero también sentimental, pasional, un hombre que por fin lograba llegar al lugar por el que tanto había trabajado y luchado, un madridista, un verdadero madridista.
Por el momento lo único que puedo decir de Benítez es que, aunque no era mi favorito, su llegada me hace pensar en el regreso de la meritocracia, en la vuelta de los valores que tanto se identifican con mi madridismo: juega el que mejor esté, juega el que mejor entrene, juega el que lo dé todo sobre el césped. No a los onces por decreto, no a los niños mimados. El jefe es en el entrenador y pulsitos los justos. La teoría parece fácil, la práctica no lo será tanto. Pero si con Benítez vuelve la meritocracia, con esta lo hará la esperanza, mi esperanza.
Esperanza de ver un nuevo Madrid; esperanza de ver al equipo al cien por cien; esperanza de ver a los jugadores comprometidos, con hambre; esperanza de recuperar la imagen aguerrida, esa imagen por la que se nos conoce en toda Europa, en todo el mundo. Los vikingos volverán, y no solo ganarán, arrasarán.