Brotes negros
La Liga es como la flor que se le escapaba volando entre los dedos a Robe Iniesta. Lo sabe el Madrid y lo sabe el Barça, con la diferencia de que al segundo le queda su épica, la épica culé que nos apuntaba nuestro inolvidable Juanan: el penalty y la expulsión, o en el caso del sábado, sus sucedáneos. Las ligas apretadas siempre se van a decidir por esas cosas aunque nos vendan que a los problemas hay que mirarlos a la cara y sin gafas de sol. Pues sí, pero no. El parón de las selecciones tocó la fibra también y al equipo se le quemaron las lentejas desde el principio del partido.
El Villareal torturó a la defensa madridista por las cuatro entradas de acceso al área, menos por una, que es la de un Diego López descomunal, al que le rebotan los balones y los deseos de que falle que tiene cierta peña de las cabinas de prensa. Algunos ya han tenido que abandonar el carro empujados por el sentido común, derechitos al confesionario. No jugará la competición más importante, una decisión que cojea y que esperamos solo sea momentánea. Más ahora, cuando en cada ataque del rival suena una charanga entre Pepe y Ramos, cada cual más desencajado. «¿Por qué no nos ejecutáis y ya acabamos con esto?», leía Matías Prats un día a través de un caprichoso teleprompter. Ahí lo dejo. Mientras tanto un nombre: Varane, para poner orden al desgobierno defensivo. Isco y Modric se vieron agobiados por la presión melosa de los amarillos. Fueron prácticamente dos islas desiertas que no se encontraron en todo el partido, ni para preguntarse por el tiempo que hacía. Se ha quedado el Madrid en un mestizo en el que no sabe porque puerta entrar, como el que duda si echarse primero el gel o el champú. Funcionó otra vez a chispazos y la frase «El Madrid no juega a nada» patentada por un señor de barra de bar de principios de siglo XX (se cree que era de un pueblo de la Sierra) se hizo de rogar más que nunca. Entre el silencio de los pases brotaba Illara, quién tiene finura acariciando las bolas calientes; arriesga el pase, que es la forma más sencilla de meterle mano al gol, el objetivo de todo esto.
Arrancó Carvajal, que llega bien donde Arbeloa se enreda, y le puso a Bale el debut soñado, el mismo que ya disfrutaron primero Figo, Ronaldo, Beckham y Cristiano: marcar en el primer partido. Los debuts de los galácticos de Florentino siempre burbujean glamour Al Madrid le falto alguna opción más, tal vez algún canterano encerrado en alguna de las checas mourinhistas que todavía no había sido liberado. O un tal Jesé por Morata, al que cada vez que se acerca al gol le dejan fuera. A Morata el gol le quiere como amigo, como a mi cierta persona, pero nada más. De momento solo se desabrocha la camisa jugando con la selección. Detrás del biombo está Benzema desnudándose. Vaya panorama más desolador. Al final el trabajo lo tendrá que hacer el de siempre a su manera, un tal Cristiano Ronaldo.
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