BUFFON, ¿A QUIÉN LLAMASTE FIORENTINA?
"Esta noche jugamos contra la Fiorentina". El portero de la Juventus Gianluigi Buffon había bromeado así con sus compañeros antes de saltar al césped para la final de Champions League. Una provocación, por la inusitada camiseta morada del Real Madrid (el mismo tono del equipo de Florencia), que en la segunda parte del partido se convirtió en una auténtica maldición.
De hecho, la Juve atrevida, valiente, bonita y agresiva de los primeros 45 minutos dejó progresivamente espacio a un equipo lento, previsible y desconectado. El empate de Mandzukic había dado muchas esperanzas a la afición bianconera, lista para una remontada histórica. Sin embargo, la chilena del exjugador del Atlético Madrid (igual que la de Higuaín en un Napoli-Frosinone del 2015/2016) no consiguió el efecto esperado: los de Zidane no se asustaron y, en cambio, recibieron el empujón para cambiar completamente su actitud durante el descanso. ¿Y la Juve que soñaba con el triplete? Desvanecida. El gol de Casemiro en el minuto 61 borró el verbo "ganar" de su ADN, así como desmintió su hashtag #finoallafine (#hastaelfinal). Nada pudieron hacer los de Allegri tras los golpes de Cristiano y Asensio, un castigo quizás demasiado pesado por lo mostrado durante la primera mitad y, sobre todo, por el extraordinario camino de la Juventus en esta Champions.
Será por la tensión o por la confianza acumulada en estas semanas, pero la mejor defensa de Europa fracasó encajando en una sola noche más goles que en toda la competición (tres ante Olympique de Lyon, Sevilla y Mónaco). No sólo la BBC de Barzagli, Bonucci y Chiellini, sino también el resto de líderes de Massimiliano Allegri (Higuaín, Dybala o Dani Alves) dejaron de aportar su experiencia y su calidad justo cuando la Juventus les necesitaba. El 4-1 del Real Madrid no deja duda alguna, la Fiorentina es otra cosa. Para poder ganar al mejor equipo del mundo, 45 minutos de alto nivel no son suficientes.