Confesiones de un madridista arrepentido
Hace más o menos un año, cuando el Madrid de mí añorado Mourinho se enfrentaba al Galtasaray en los cuartos de final de la Champions, unos sentimientos indignación, desolación y frustración empezaban a invadir mi cuerpo. Y es que, pase al repaso dado a los turcos, me llegaron los primeros rumores de que un señor italiano, pacificador y con poco genio sería el sucesor en el banquillo blanco del hombre que había sido capaz de abrir mis ojos y los de muchos madridistas. Sí, ese italiano era Ancelotti, un entrenador al que hoy, desde estas líneas, quiero presentar mi más sinceras disculpas.
Y es que he sido un hater de Carletto. Y de los buenos, para que mentir. Todo empezó con esa indignación y desolación de marzo que no hizo más que agravarse hasta que el día 25 de junio se confirmaba su llegada al conjunto madridista al tiempo que yo ya empezaba a despotricar de aquel tipo que me parecía menos capaz de hacer triunfar al Madrid que de controlar esa ceja que sube hasta límites solo alcanzables para él. Y para colmo, nada más llegar, Carletto decidiría cogerse unos días más de vacaciones. Tócate los huevos, pensaba mientras vaticinaba ya el hostiazo que se pegarían los blancos y su pronta salida, para mi consuelo, del Madrid. Así estaban las cosas a su llegada. Y la verdad es que poco cambiarían durante el verano.
Ni la llegada de uno de mis jugadores favoritos, como Isco, o la subida al primer equipo de mi ojito derecho, Jesé, me hacían creer en Ancelotti. Pero sí que hicieron que le diera una oportunidad y me decidiera por mantenerme neutral. A ver qué pasaba. Y lo que pasó fue peor. El inicio de temporada del Madrid fue desolador. Los partidos pasaban y Ancelotti no encontraba ni siquiera el sistema de juego adecuado, perdimos el derbi y la cagábamos ante el Barcelona con una alineación que pone rojo hasta al propio Carletto a día de hoy. Y para colmo Khedira se rompía los ligamentos. Era el acabose.
Pero cuando yo ya alardeaba del éxito de mi predicción hecha meses atrás, Ancelotti y sus hombres empezarían a callarme la boca hasta tal punto de unirme al movimiento ceja. Y es que, llegó el 2014 y la maquinaria blanca y los planes de Ancelotti comenzaron a funcionar. El 4-3-3 con un Modric excelso al mando sí, el que no valía- empezó a dar el tan ansiado equilibrio a un equipo en el que Pepe emergía como el mariscal que fue hace unos años. Arriba, Ronaldo ganaba el Balón de Oro mientras que el incomprendido de Benzema seguía desprendiendo fútbol, calidad y goles por los cuatro costados. Y encima explotaba Jesé, que ha tirado la puerta de forma definitiva. Solo faltaba Bale, pero ya llegaría.
Así, el Madrid iba jugando cada vez mejor al fútbol. El equipo parecía por fin tener las ideas claras y la mezcla del toque con la velocidad empezaban a dar sus frutos. El Madrid del contragolpe de Mourinho se renovaba y añadía variantes a su juego, capaz de brillar ya también ante equipos que no dejaban un solo espacio. El Madrid era superior a cualquiera, ganaba, marcaba, goleaba y no encajaba goles. Todo era diferente a ese gris inicio y Carletto me había callado la boca cambiando totalmente mi opinión sobre él.
Una opinión que terminó por transformarse en las últimas semanas. Unas semanas en las que los blancos han vuelto a aplastar al Atleti, han recuperado el liderato en solitario aventajando al Barça y a los de Simeone en 6 puntos, y han aplastado al Schalke en Champions con un Bale que ya ha llegado para sumarse a la fiesta y callar alguna que otra boca que osaba decir que el galés no sabía jugar al fútbol. No aprenden y no rectifican. Cosa que a mí me ha tocado hacer con Carletto, y muy gustosamente. Perdone mi osadía, Carletto, y avanti. Tu ceja nos marcará el camino.