Generaciones

26.02.2014 00:00 de  David Marcos   ver lecturas

Toda disciplina deportiva que se precie queda señalada con el paso del tiempo bajo el sobrenombre de un equipo o de una figura que destaca en ese preciso momento y lugar. Prácticamente desde siempre, tanto aficionados como medios de comunicación se han encargado de ensalzar las virtudes, a veces incluso de forma desmedida, para convertir a ese equipo en el icono deportivo del momento.

Debido a mi juventud, casi toda mi vida he oído historias de leyendas como Nicklaus, Splitz, Muhammad Ali o Sugar Ray Robinson, según se hablase de golf, natación o boxeo. Incluso con ejemplos más recientes, como el reinado de Magic Johnson, Larry Bird o Michael Jordan en baloncesto, los cuáles únicamente he podido disfrutar pasados los años, para mi desgracia, gracias a esa herramienta conocida como Youtube.

Lógicamente, a la hora de hablar de deporte en equipo, hay uno que suele destacar por encima del resto, y ese no es otro que el fútbol. En la mayoría de reuniones familiares de esta extensión de terreno conocida como España, éste es el tema por antonomasia. Ya puedes estar hablando de la mala situación del país o de las películas que hayas visto últimamente, que al final siempre se acabará por analizar el mundo del fútbol como si de auténticos profesionales se tratase.

Y a mitad de conversación, al menos en mi casa, siempre sale a la palestra alguna anécdota de aquellos tiempos en los que las andanzas de Juanito, las remontadas blancas en Europa o las actuaciones estelares de un tal Petrovi? estaban a la orden del día. Todas y cada una de esas historias las he escuchado mil veces, y las volvería a escuchar otras mil si se diese el  caso y en todas ellas me acabaría preguntando si el tiempo me dará la oportunidad de contar algo parecido en un futuro en el que sea yo quien presida la mesa y parta el bacalao. Pues al final resulta que si será posible y lo ha hecho gracias a un equipo que está llevando el baloncesto a la categoría de arte.

Sí amigos, ese equipo no es otro que el Real Madrid. Ya me veo dentro de 20 años, rodeado de mis seres queridos, contándoles las andanzas de un equipo que cambió por completo el estereotipo implantando en el baloncesto europeo, anclado en el juego en estático, posesiones largas y predilección por las defensas en lugar de los ataques, para dar paso al puro showtime americano, ese que ha convertido a la NBA en la mejor liga del mundo. Un equipo que ha ganado 41 de los 42 partidos que ha jugado, que ha llenado el Palacio de los Deportes día sí y día también ante una afición que no puede hacer otra cosa que rendirse ante la magia de Sergio Rodríguez, la calidad de Mirotic y Rudy o la garra de Llull. En definitiva, un equipo llamado a hacer historia. Quizá, un día no muy lejano, cuando recuerde viejas historias junto a mis hijos y nietos, pueda contarles aquello de: Yo vi jugar al Real Madrid de Pablo Laso.

David Marcos
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David Marcos
Conmigo quién quiera, contra mí quién pueda". Un día me hice seguidor del Real Madrid y desde entonces he disfrutado de pasillos, carreras eternas hasta el banquillo para celebrar un gol o voleas gloriosas. Sin embargo, siempre queda en el tintero todo aquello que el tiempo no te ha dejado disfrutar. Por los que se fueron, que no volverán, pero jamás se marcharán.