Huérfanos

08.07.2014 09:25 de  Real Esparta   ver lecturas
Huérfanos
© foto de Real Esparta

Un pedacito de nuestra alma fue arrancado de nosotros ayer. Don Alfredo Stéfano Di Stéfano Laulhé nos dejaba solos con 88 años recién cumplidos. El hombre de hombres. El ídolo de ídolos. El padre de padres. El que convirtió al Real Madrid en el Mejor Club del Siglo XX. La Saeta Rubia nos dejaba en cuerpo -que no en alma- a las 17:30 horas.

Los títulos conquistados son ya bien conocidos. El Real Madrid tiene su punto de inflexión histórico en la contratación de Di Stéfano. La Saeta avivaría la rivalidad más grande en la historia del deporte hermoso tras su convulso fichaje. Su figura, épica, magnánima, estridente y majestuosa; nunca una persona sintetizó tan bien todo lo que significa algo tan masivo y tan universal como el Real Madrid.

La grandeza de Don Alfredo radica en ser ídolo de quienes no le vimos jugar. En una época sin televisores, sin globalización, sin Internet, sin márketing, sin redes sociales; el nombre Di Stéfano era conocido en cada rincón futbolero. Más que conocido, era venerado. Di Stéfano fue el primer ídolo, el primer gran futbolista, el primer galáctico. Sus hazañas iban de boca en boca, de pueblo en pueblo, de lengua en lengua, como las de un héroe mítico. Su inmortalidad radica en los relatos de quienes hoy viejos le vieron siendo aún niños, su misticismo existe ahí; en la visión infantil y maravillosa de un superhéroe al que la vida se encargó de recordarnos ayer que era humano.

La partida de Don Alfredo nos deja un vacío en el alma, vacío que no llenará nada, ni nadie. Su esencia será la que eternamente nos acompañe. Su espíritu de entrega y sacrifico. Su amor por este club, por este deporte. Su ingenio, su carisma, su inteligencia y su forma de ver el juego quedarán para siempre glorificadas y serán por siempre recordadas, serán la fibra de la filosofía del madridismo por siempre jamás.

La Saeta se encargó de traernos las cinco primeras Copas de Europa, ahora, como si de una historia de ficción se tratase, se nos va tras La Décima. Como si el destino hubiese querido que Don Alfredo fuese a donde está Don Santiago a decirle “aquí la tienes, la número diez”, como una especie de Mercurio moderno, un mensajero de dioses, mensajero del destino.

El último partido que el Real Madrid jugó con La Saeta en este mundo fue el partido en el que consiguió su décima Copa de Europa. Sabíamos que La Décima iba a marcar un antes y un después, un nuevo camino. Lo que no sabíamos es que íbamos a recorrer dicho camino huérfanos. Ha terminado la vida de Don Alfredo, ha comenzado su inmortalidad. Ya corre La Saeta, ya ataca mi Madrid… ¡Hasta siempre, viejo!

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My way is my way y ya está