La primavera será blanca
En primavera todos soñamos. Todos creemos. Todos confiamos. Comienzan los días de calor y polen. Los del himno de la Champions al anochecer. Los de alegrías y éxitos. Los días del Real Madrid.
El madridismo es enamoradizo. Capaz de ilusionarse con poco y de flagelarse con menos. Es universal y plural, pero guerracivilista también. Es eterno pero exigente. Solo importa el presente. Una interminable montaña rusa de sensaciones. Del ritmo festivo del carnaval a las saetas de Semana Santa en una misma estrofa. Pitos y aplausos en segundos. La vida en un suspiro.
La 'Orejona' como razón de ser. Vive por y para ella. No hay excusas ni derrotas. Un único fin. Ganar, ganar y ganar. De Di Stéfano a Cristiano. De Villalonga a Ancelotti. De Bernabéu a Florentino. Jugadores, entrenadores y presidentes obsesionados con un objetivo. La línea de meta está en Cibeles.
Durante la carrera habrá sangre, sudor y lágrimas. Jamás vergüenza y siempre orgullo. Un color por bandera. El blanco que no empaña. El Manzanares, primera escala del camino a Berlín. Allí cayó el muro y caerá la 'Undécima'. Nada es imposible. Primero los colchoneros y después los que se pongan delante. El campeón pide paso. Está herido pero es inmortal. La primavera será blanca. Otra vez.