Manos arriba, esto es un atraco
Confirmado, las bolas calientes en el sorteo de los cuartos de final de la Champions League, como consecuencia de la relación entre Florentino, Aznar, Blatter, Obama y Kim Jong-un, son tan evidentes que desde el año 2005, en función del coeficiente en el ranking de la UEFA, al Madrid le tocan rivales más fuertes en comparación con el F.C Barcelona. Una conspiración judeo-masónica que surge tras el emparejamiento en cuartos entre Barcelona y Atlético de Madrid, mismo cruce que el año pasado le tocó al Real Madrid en un sorteo que, por entonces, destacaba por las temperaturas gélidas de las bolas que contenían los papelitos de los equipos a emparejar.
Algo así como cuando al Barça hace unos añitos le tocó el Shakhtar, Leverkusen o el Milán del cementerio de elefantes. Unas bolas calientes tan incuestionables como que la Liga está peligrosamente preparada para el Real Madrid. De hecho, desde que Simeone entonara estas palabras, el Barça ha igualado, a falta de ocho jornadas para el término del campeonato liguero, el récord de penaltis a favor en la historia de la Liga, con 16 penas máximas a favor y tan sólo 1 en contra.
El Madrid, en el mismo número de jornadas, nueve a favor y tres más en contra. Uno de esa retahíla interminable de penaltis se pitó ayer en Villarreal, en el contexto de un robo a mano armada de tal calibre que lo de inventarse otro libre directo desde los 11 metros fue una anécdota. Piqué, que arrastraba una amarilla desde el minuto 15, agarró en el suelo un balón en juego con la mano bajo la atenta mirada de un linier que, haciendo caso omiso a la acción antirreglamentaria, permitió que el central no sólo terminara el partido sino que pudiera jugar el próximo clásico contra el Real Madrid. Por si no hubiera sido suficiente, expulsaron segundos después de dicha acción al entrenador del Villarreal con la roja que habían guardado anteriormente. Un espectáculo de tal calado que Jaume Costa, jugador del equipo amarillo, pidió explicaciones a la RFEF en Twitter después de tildar de "vergüenza" el robo del que había sido objeto su equipo.
Con los comentarios del fraude todavía en ebullición, menos de tres horas después, al Madrid le anulaban un gol legal y dejaban sin pitar un clamoroso penalti a Benzema contra el Sevilla, dándonos a entender que los colegiados eran los únicos que aún pensaban que el Madrid estaba en lucha por la Liga. Un caldo de cultivo suficiente para tapar el partido más completo del Madrid de Zidane y comentar la ristra de incomprensibles decisiones que convirtieron, desde hace tiempo, los errores arbitrales en tendencias.