Rafa, estás nominado

Vergüenza, pena, tristeza, desazón e impotencia. Eso es lo que sintieron los madridistas tras la humillación sufrida ante el Barcelona en el Santiago Bernabéu. El Real Madrid no es que no jugara a nada, es que ni se presentó al partido. El conjunto blanco fue un equipo sin alma, sin orgullo ni corazón. Los jugadores mancharon un escudo que les estuvo grande. Menos estrellitas y más guerreros. En el Clásico ni fueron cracks ni once Juanitos. Ni un ápice de dolor, ni el más mínimo gesto de complicidad con la grada. 

¡Y Benítez! ¡Ay, Benítez! Ha quedado señalado y herido de muerte. Dos semanas tuvo el técnico para preparar semejante desastre. Para colmo cambió a James, cuando estaba siendo de lo poco salvable, por miedo a sentar a un peso pesado del vestuario. El barco de Benítez va a la deriva. Se hunde como el Titanic. Le dieron una plantilla de ensueño y se ha estrellado contra el primer iceberg con el que se ha cruzado. 

Un Barcelona sin Messi pasó por encima del peor Madrid del último lustro. Y lo más doloroso no fue la derrota ni los cuatro goles, fue la falta de actitud y la imagen mostrada. Rendido, con los brazos caídos. Porque el Madrid nunca creyó. Desde el pitido inicial, el equipo estuvo desarmado y desdibujado. Benítez fue un espectador más, incapaz de dar dos voces y recolocar a sus hombres. Este Madrid está en crisis. Ni tiene alma ni entrenador. Benítez está en la cuerda floja.