Se perdona mientras se ama

El madridismo, aquí también en Cataluña, se alegra hoy sobretodo de tener a la afición más exigente pero más elegante y unida que nunca. No nos debe sorprender esta afirmación después de haber visto al jugador número 12 dejándose la vida para llevar en volandas a su equipo contra la Juventus. El aficionado del Madrid estuvo a la altura y ese aliento fue recibido por los jugadores. Sobretodo por los más comprometidos por la causa madridista, que son los que merecen seguir vistiendo ese manto sagrado. Una camiseta que se debe empañar de orgullo y de leyenda.

Santiago Bernabéu lo dijo, y muchas veces lo recuerda el presidente de la Peña Madridista Iluro de Mataró (Barcelona) Eusebio Salguero: "La galleta ha de verter sangre". Un escudo que es el reflejo de una manera de ganar con valentía y pundonor. No podemos reprochar nada en ese sentido al aficionado, que ha seguido la tradición de esperar al equipo en la avenida de Concha Espina dos horas antes del partido. Una tradición instaurada, o mejor dicho consolidada en las grandes noches europeas de la Copa de la UEFA de los años 80. El aficionado, tantas veces criticado, es el verdadero juez de los designios de nuestro club. En este sentido, cabe destacar la 'diáspora' que existe desde todos los pueblos de España en estos días tan especiales, donde miles de merengues piden un día de fiesta en sus trabajos o rascan en el fondo de sus huchas para poder desplazarse a la capital del Reino. 

A veces, reitero, yo he sido el primero en cabrearme, en indignarme con el rol del aficionado del Madrid, por la intransigencia con sus jugadores, pero desde la perspectiva del tiempo y de los acontecimientos, ahora más que nunca veo que su actitud es necesaria para exigir lo máximo a los jugadores y al cuerpo técnico, y luego estar a la altura de protegerlos y quererlos hasta el infinito y más allá.

Por ello, el editorial de hoy va dedicado a ellos. Aquellos que aún siguen volviendo a sus hogares y les esperan esos niños con cara triste, que esperan a los mayores, en esos pueblos de España, que se cubren de luto y de esperanza. Porque nuestro país sigue siendo del Real Madrid aunque la pelota no quiera entrar y nunca nos rendiremos. Como bien aseguró el escritor francés François de La Rochefoucauld, "se perdona mientras se ama".