Real Madrid 89-75 Valencia Basket: los blancos activan el modo final al ritmo de Andrés Feliz

¡Final en el Movistar Arena! Después de una serie intensa ante Unicaja, sobre todo con los partidos en Málaga, donde los andaluces se impusieron en el primero y vendieron cara la derrota en el segundo, el Real Madrid de baloncesto volvió al Palacio para afrontar el primer partido de las finales de Liga Endesa ante Valencia Basket.
La final arrancó con el estruendo de un hechizo: canasta de Hezonja a los dos segundos, como si el Palacio invocara al destino desde el primer aliento. Pero Valencia, lejos de temblar, respondió con un triple de Badio y otro de Reuvers que disiparon cualquier sombra de vértigo. El primer asalto fue una danza tensa, un tablero de ajedrez con peones eléctricos: los taronja desplegaron una defensa afilada que, por momentos convirtió el ataque blanco en una carrera contrarreloj, obligando a agotar posesiones. Sin embargo, en ese pulso de nervios, el Madrid encontró oxígeno en las manos de Tavares bajo el aro y en la varita de Campazzo. Andrés Feliz recogió el testigo del argentino con chispa y verticalidad, aunque el partido se llenó de intentos desde el perímetro sin apenas acierto (1 de 8 para el Madrid y 3 de 12 para Valencia). Poco acierto, mucha tensión. Pero los blancos salieron con una ligera ventaja.
El segundo acto de esta final se tiñó de niebla, como si ambos equipos hubieran perdido momentáneamente el conjuro de la inspiración. Cuatro a cuatro en cuatro minutos. Un duelo de ajedrez sin piezas mayores en movimiento. El Real Madrid, desorientado ante la muralla defensiva de Valencia, se enredaba en ataques sin brújula ni sentido. Tanto fue así que Chus Mateo tuvo que juntar en pista a Campazzo y Andrés Feliz, buscando con dos varitas lo que una sola no lograba: un destello de luz en mitad del atasco. Pero ni con magia doble llegó el acierto. Valencia, paciente, se encomendó a Costello, que igualó el choque con oficio y serenidad. Solo al final del cuarto, con Tavares como faro en mitad del desierto, los blancos lograron rascar ventaja, exprimiendo el juego interior como último recurso ante la sequía exterior para conseguir un +3 al descanso.
Nada más volver del descanso, el guion cambió de manos y Valencia empezó a escribir su propia versión del partido. Badio, como si hubiera encontrado un hechizo secreto en el vestuario, salió encendido y firmó un cuarto de fuego con 15 puntos que pusieron a los visitantes seis arriba, silenciando momentáneamente al Palacio. Pero en ese instante de duda, apareció Musa con su varita balcánica: un triple como un relámpago y una bandeja a aro pasado que desafió las leyes de la gravedad. El Palacio, aún adormecido, despertó con el grito de Musa pidiendo alma, ruido y empuje. Y lo encontró. De nuevo, el dúo de magos –Facu y Andrés Feliz– tejió conexiones invisibles y punzantes, entendiendo el ritmo como si compartieran mente. Dos triples consecutivos del dominicano dispararon a los blancos, aunque un buen final valenciano apretó de nuevo el choque.
El acto final arrancó con el Madrid sólo cuatro puntos arriba, pero la diferencia pronto pareció mucho mayor. Como si alguien hubiera pronunciado las palabras exactas del conjuro, los blancos salieron arrolladores, fluyendo en ataque con una armonía casi musical y firmando una anotación coral que tuvo, cómo no, a Llull como director de orquesta. Pero no fue sólo en ataque: el Madrid apretó desde el primer pase valenciano, subiendo la intensidad defensiva hasta convertir cada posesión rival en una travesía cuesta arriba. Sin espacios, sin tiempo para pensar, sin aire.
De nuevo con una versión brillante de Andrés Feliz en estos minutos, el Madrid puso el +18 a tres minutos del final y selló una victoria rotunda. Un cierre de partido de los que marcan camino, con un último cuarto para grabar en oro.
El próximo partido del Real Madrid de baloncesto será el próximo domingo 22 de junio ante el Valencia Basket, a las 18:30 horas, en el segundo partido de la final de Liga Endesa.

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