Bale se le acerca
Vivimos estos días sumidos en una marea tan cristianista que cualquiera diría que nunca se le silbó en el Bernabéu, ese estadio entendido en aplaudir rivales; los mismos oponentes que, según parece últimamente, jamás le han dedicado trabajadas rimas que cuestionaran su ascendencia, como si desviando así la atención se pudiera ignorar lo abrumador de su fútbol. No, al parecer, eso nunca ha pasado y este país, tan proclive siempre a revolcarse en la desmemoria, vive días felices por tener una causa nueva, algo que también nos gusta mucho, reparar el agravio de que al mejor futbolista de la Historia solo se le haya dado un balón de oro cuando ya ha atravesado generosamente el ecuador de su plenitud. No se pueder. Jarl.
Vive Cristiano también días felices porque, después de tanto tiempo, al fin ya no se le cuestiona y eso le hace sentir como en Inglaterra, pero con mejor tiempo. Le apoyan sus compañeros, desde Casillas, que nunca le miró displicente desde su área cuando el portugués perforaba redes, hasta Bale, el recién llegado, cuya cara delata su indisimulada admiración por el portugués cada vez que éste ejecuta sobre el verde alguna maniobra imposible. Vamos, casi siempre.
Lo del galés es más significativo, no solo porque le quede mucho más carrete en el Madrid, sino porque su interpretación del estado de forma de su compañero "no creo que nadie se le acerque" resulta tan inequívocamente elogiosa (tampoco fue esto raro nunca en el Madrid) como inconscientemente modesta. Porque Bale sí que se acerca a Cristiano. Es más, ahora que parece haber caído sobre todos nosotros la revelación colectiva de lo excelso del juego del portugués, algún cerebro inquieto podría hasta preguntarse si alguien se le parece más hoy en día que el galés. Porque no solo es el madridismo quien ha llevado el reconocimiento hacia su estrella a unos niveles mucho más aceptables que en sus comienzos, sino la directiva también la que se ha ocupado de juntarle en el vestuario con el único futbolista del mundo capaz de seguir su estela. Le falta, por supuesto, aún un buen trecho para adentrarse en la estratosfera del portugués. Pero le quedan, también, más años para intentarlo. Y no será por condiciones, desde luego.