Juguetes nuevos
"Cuando crees que conoces todas las respuestas llega el universo y te cambia todas las preguntas", dicen por ahí. Lo cierto es que no se quién demonios fue el que pronunció esa frase por primera vez, ni me interesa. Pero qué razón tenía.
Dejando a un lado el 'Sálvame' de la portería, mordisqueado y desgastado hasta la saciedad, el madridismo campaba feliz y a sus anchas, sacando más pecho que las chonis de 'Gandía Shore'. Bale ya vestía la elástica blanca en la intimidad, Isco y Modric esperanzaban al madridismo y Özil y Cristiano prometían seguir sacándose ases de la manga con Carletto como crupier de lujo. Salvo la preocupación por la ausencia de un buen delantero, el madridismo flotaba en un mar de ligera tranquilidad creyéndose conocedor de todas las respuestas.
Sin embargo, esta vez no fue el uiverso el que llegó para cambiarnos todas las preguntas. Fue Mesut Özil. El alemán desapareció entre la neblina generada por el fichaje de Bale y salió por la puerta de atrás sin que nadie tuviera tiempo de reaccionar, dejando tras de sí unos millones que supieron a poco. ¿Quién será el socio de Cristiano Ronaldo ahora? ¿Cómo se puede dejar escapar a un jugador de su talla? ¿Merecía la pena traer a Bale y renunciar a Özil? El madridismo entero se vuelve a ver atrapado entre una nube de preguntas que muchos aciertan a formular, pero que pocos consiguen resolver. Al menos, eso sí, casi todos coinciden en que su ausencia no pasará desapercibida.
Sus pases rozaban lo obsceno y su visión de juego le convertían casi en un tramposo. Muchas fueron las veces que en televisión tuvieron que añadir un cartel de '+18' cuando el alemán se ponía manos a la obra y oteaba el césped en busca de una pequeña señal que iniciara el mecanismo de gol del Real Madrid. Özil era brillante, ambicioso y joven. Una de esas joyas que solo te regalan una vez en la vida y que, por lo general, no deben ser vendidas en cualquier 'Compro Oro' que te encuentres.
Pero lo cierto es que ya no podemos hacer nada. Simplemente debemos evitar encerrarnos en nuestra habitación para jugar con el muñeco del '10' mientras recordamos sus hazañas. Toca ir a comprarse el juguete de Bale, el de Isco, el de Modric y también, en caso de no tenerlo todavía, el de Cristiano Ronaldo, y tratar de emular con ellos el fútbol que este Real Madrid aspira a dar.
Perder la ilusión no entra dentro de las posibles respuestas ni de las posibles reacciones. El Real Madrid es ahora un conjunto imberbe, repleto de ilusión y de nuevas caras. Los veteranos aportan su experiencia y marcan el camino, mientras que los jóvenes se apelotonan ante Ancelotti mendigando minutos y casi obligándole a dárselos. La cosa sigue pintando bien y a los blancos les toca vivir al máximo esta segunda pubertad sin echar la vista atrás, pese a que los ojos de Özil, algo más apesadumbrados que de costumbre, sigan viéndose a lo lejos mientras este desaparece por completo en la oscuridad.