La mala consejera
"La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor"
(Gabriel García Márquez. 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa en Los Ángeles, el 7 octubre de 1996)
"Todo se pega, menos la hermosura"
(Refrán popular)
Creo haberlo dicho alguna vez en estas columnas de Bernabéu Digital pero, por si acaso, me reitero una vez más. Nunca he entendido esa fiebre, esa obsesión de los ciudadanos periodista por ser el primero en dar a conocer una información. Ustedes leyeron, escucharon, vieron esa noticia aquí, en esta casa, nosotros dimos la primicia, proclaman ufanos. De lo que no se acuerdan ni presumen nunca, como los adivinos de baratillo de los mass media, es de las veces en que, por precipitación, por no contrastar debidamente lo que una fuente les había filtrado, han hecho el ridículo más espantoso.
Con motivo de la muerte de García Márquez, los medios, tanto los tradicionales como las redes sociales, se llenaron de mensajes de condolencia y de recuerdo al gran escritor. Me llamó la atención que, incluso los periodistas, la mayoría se centrase más en su figura como novelista que como reportero. A mí, que con el paso de los años he tenido una evolución inversa a lo habitual, pasando de libros "profundos" a literatura aparentemente menos sesuda, esta segunda faceta es la que más me interesa. Pero claro, cómo realzar la trayectoria de García Márquez sin reseñar la frase que encabeza este escrito, una cita que supone un bofetón en toda la cara de los ciudadanos periodistas.
Las redes sociales, con Twitter a la cabeza, e Internet en general, han supuesto un regalo envenenado para quienes priman la rapidez, las prisas, sobre el rigor y la exactitud. Ya no hace falta esperar a la edición en papel, no es preciso interrumpir la programación en radio y televisión, para soltar a los cuatro vientos esa primicia que te quema en los dedos. Lanzas un tuit, cambias en segundos la página web, y ya estás en disposición de colgarte una medalla por ser el primero. O de quedar como el tonto de la clase si, al final, se comprueba que ese bombazo informativo no era más que humo.
Poco después del accidente de esquí de Michael Schumacher, Joaquín Maroto, @AS_Maroto en Twitter, publicó: "Schumacher acaba de morir tras sufrir un accidente esquiando. Tantos años esquivando la muerte en la F1... RIP". Cuando se comprobó que la noticia no era tal, es decir, que era falsa, este ciudadano periodista no tuvo otra ocurrencia que disculparse de esta manera: "Lo de Schumacher es un bulo de una cuenta pirata de Mundo Deportivo. Afortunadamente Schumacher se recupera de su accidente". Como siempre, la culpa es de los demás, no mía por lanzar ese mensaje sin cumplir con mi obligación de contrastar lo que había leído en cualquier parte.
Lo malo es que nosotros, que tanto nos quejamos de la mala praxis profesional de los ciudadanos periodistas, nos dejamos contagiar e incurrimos en los mismos defectos. Retuiteamos alegremente supuestas informaciones, damos pábulo a aquellas noticias que encajan con nuestra forma de pensar sin pararnos a verificar si son ciertas o una pura invención o, como en el caso del pasado jueves, afirmamos que, según fuentes de toda solvencia próximas a la familia, es un hecho comprobado que Tito Vilanova ha fallecido. Y no me vale la excusa que algunos han empleado para disculpar el tremendo error de uno de los que participaron activamente en este embrollo. Es que no es periodista, decían en su descargo, sólo quería arrojar un poco de claridad a lo que se estaba difundiendo en Twitter.
El infierno, se dice, está empedrado de buenas intenciones, y si no sabes torear, mejor te quedas en el callejón, detrás de la barrera.
PS: No es la herramienta, es el uso que se haga de ella. No es Twitter, como algún ciudadano periodista ha afirmado, es lo que nosotros escribamos en esa red social.