Sin tema
Me he quedado sin tema. Y, lo que es peor, sin mucho ánimo para buscarlo. Puede usted, querido lector, cuidar de sí mismo y zanjar nuestro vínculo liquidándolo con el ratón o con el dedo. De forma fulminante. Click. Se acabó.
Si sigue ahí, usted verá. Tecleo guiado por la improvisación y me sale: "se puso en marcha el calendario y, como siempre, nos cortó el rollo". No es gran cosa, lo sé, pues nada cambia, todo permanece y se repite en un eterno retorno en el que las palabras suenan a lo mismo. El aburrido paréntesis de las selecciones frenó en seco la emoción de los primeros metros, siempre que descontemos la intriga recurrente que consiste en acertar el número de jugadores que vuelven a casa hechos un cisco. A excepción de Marcelo, claro, que es un fijo. Al brasileño, imagino, lo han encerrado en un cuarto de Valdebebas con agua, pan integral y alimentos huérfanos de grasas. Pero lo suyo ya dio para una columna en su día.
Tampoco me cunden mucho las otras bajas, que cuando la cogen con una zona del campo se ceban a base de bien. Ni poseo líneas originales para el estreno de Bale, que si la prensa afirma una mañana que hay psicosis por sus lesiones puedes dar por cierto que a las pocas horas estará tirando caños con la camiseta de Gales. Tampoco eso ha cambiado. Lo de los medios, digo, que encaran la crisis del sector trazando hipótesis descabelladas sobre la realidad y empujando a su público potencial a desear que quiten sus manos del Madrid. Pero eso también lo explican mejor los de Primavera Blanca que el arriba firmante. Así que sigo sin argumento.
Confieso que pretendía glosar el divorcio de parte del Bernabéu con Benzema. Sin embargo, Héctor O. Martín, vecino de esta casa, se me adelantó con una prosa que tampoco podría igualar. Si no lo han hecho ya, léanlo a él, que ya digo que ando de bajón y en dos semanas de septiembre se me han secado las metáforas.
Y así llego a la recta final, con ganas de pedirle a Calabrés que no me abone esta semana la columna que siempre escribo de forma gratuita. Menos mal que vuelve a circular el balón y que once tipos de blanco nos rehabilitarán de la desidia y del vacío, desafiado con estrépito por la lisérgica indumentaria naranja presentada hace unos días.
En ese atentado estético sí había un tema, coño. Y caigo ahora.
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