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15.04.2014 00:00 de  Real Esparta   ver lecturas

Tras el penal fallado por Ángel Di María en Westfalen, el Madrid de Carlo Ancelotti se mostró temeroso ante un rival que perdía 3-0 en el marcador global de la eliminatoria de cuartos de final de la Champions y que, además, llegaba sin 6 o 7 titulares, incluyendo las primeras tres opciones para el mediocentro. Entre el temor de los blancos y la siempre envidiable atmósfera la afición borusser se comieron a un Madrid en el que, salvo Illarramendi y Carvajal, todos tienen experiencia en grandes competiciones y en instancias decisivas. El mediocentro Kirch-Joji? (opciones 4 y 5 en la plantilla del Borussia Dortmund para el centro del campo) se comió y dominó el juego ante Modri?, Xabi Alonso, Illarramendi e Isco. Sólo fueron frenados tras el ingreso de un Casemiro que mostró en 17 minutos en Dortmund, más hambre y más ira asesina -en el sentido más deportivo de la palabra- que todo el Madrid en el resto de la temporada.

Se podrá especular sobre por qué se da esto. Por qué le cuesta tanto al Madrid competir en partidos clave. Por qué los nervios devoran la entereza mental de un grupo lleno de gente que ha ganado Mundiales, Eurocopas, Champions o, que lo más mínimo, ha participado en una Copa del Mundo. Por qué al primer obstáculo el equipo sufre de una fragilidad mental adolescente. Quizá afecte que el núcleo motivacional del equipo -los cuatro capitanes- se hayan hecho hombres en medio de la catástrofe galáctica, en medio de la depresión colectiva que causaba al Madrid caer en octavos de Champions una y otra vez ante Lyones, Romas y Arsenals. La misma depresión que causaba Alcorconazos. Y que, a pesar de obtener éxitos en otras instancias, no les sirve para mantener un equilibrio emocional jugando con la camiseta blanca. No por nada Casillas, Pepe y Ramos es el tridente defensivo al que más goles ha hecho Messi en su carrera. Y quizá alguien que no haya nacido bajo esta depresión -a la que se suma el Barcelona de Guardiola como agravante- llegue y controle al temido argentino, como hiciera, por ejemplo, Raphaël Varane. Todo es una teoría, una especulación. Pero lo mostrado por Casemiro o por Varane puede resaltarse en la autocrítica de Luka Modric al finalizar el partido en Westfalen "necesitamos aprender de esto, siempre decimos que vamos a aprender y nunca lo hacemos". ¡Euforia! Al fin un futbolista que no dice las palabras huecas de siempre, sino que señala dichas expresiones por el fallo que son y admite que hay que hablar menos y actuar más. Quizá la depresión subconsciente de los más añejos afecte el estado de ánimo general. Quizá no.

Bajo esta teoría dejó el Madrid que este Barcelona le metiera cuatro goles en el Bernabéu. Era una oportunidad dorada para lanzarse en Liga y hundir al Barcelona. En cambio, se le dio una extensión de vida al eterno rival, expandiéndose la depresión hasta el partido del Pizjuán donde, además, se le puso el campeonato en bandeja a un Atlético que, si no falla, será campeón. Un Atlético al que el Barcelona no ha podido ganar en Supercopa, Champions y Liga. Un Atlético al que Messi no ha hecho gol en todo el año deportivo. Un Atlético que sí supo dar el golpe de gracia al Barcelona cuando lo tuvo a tiro.

Se llega a la final de Copa con el monstruo del Bayern asomándose por el horizonte en las semifinales de la Champions, sin Cristiano Ronaldo, Marcelo, Arbeloa o Jesé, con Ramos tocado y con un Barcelona que viene de perder ante el Atlético (siendo eliminados de la Copa de Europa) y ante el Granada. Vienen en depresión y a punto de enfrentar al Madrid: ¿cuántas veces ha pasado esto y el clásico sólo les ha dado más vida? Llegó el momento. Viene un Barça mareado, desmotivado y en terapia intensiva. El Madrid no debe permitirse darle alas de nuevo. El Madrid debe dar el golpe final. El Madrid debe poner el último clavo en el ataúd de un equipo que le ha dominado en el último lustro. El Madrid debe afrontar con ira la oportunidad de hundirles al sitio histórico en donde casi siempre han estado. El Madrid debe saber que el golpe psicológico de ganarles una final sin Cristiano Ronaldo sería algo tan épico que haría mover las fibras de la tierra misma, un golpe del que no se recuperarían fácilmente. Carlo, Zizou, alguien debe encontrar esta tecla. El Madrid debe dejarse de depresiones, de complejos, de traumas. El Madrid debe olvidarse de todo eso y salir a sudar sangre en Mestalla por una victoria que significará más que un trofeo. A por ellos, muchachos.

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My way is my way y ya está