El clavo
"Por un clavo se perdió una herradura,
por una herradura, se perdió un caballo,
por un caballo, se perdió una batalla,
por una batalla, se perdió el Reino.
Y todo por un clavo de una herradura."
Canción popular inglesa
Entre los poquísimos profesores que recuerdo de la Facultad de Ciencias de La Información en la que pasé cinco años, que hiciese una carrera es otro cantar, se encuentra Manuel Tuñón de Lara. Entre los que recuerdo positivamente, he de aclarar. La asignatura que impartía era Historia de España del siglo XX, y lo primero que hizo nada más entrar en el aula fue distinguir entre dos de las corrientes de estudio de la Historia. Una de ellas, la que me interesa para esta columna pero que no gustaba a Tuñón de Lara, se denomina événementiel: la Historia estudiada según los acontecimientos individuales, ya sean guerras, reinados de tal o cual monarca, descubrimientos...
A Tuñón este tipo de estudios le parecían simplones y poco ilustrativos. De nada le servía conocer la lista de los reyes godos o borbones, los años en que cada uno de ellos había ocupado el trono, si no se veía el devenir de la sociedad en su conjunto, con todos los acontecimientos explicados por sus distintas interrelaciones.
Y os diréis, éste ya está desvariando como acostumbra, ¿qué tiene que ver lo que cuenta con una columna en Bernabéu Digital? Pues tranquilos, que ahora os lo explico.
Noventa minutos de un partido de fútbol contienen muchos, muchísimos, acontecimientos singulares. Unos son intranscendentes, banales; otros son muy importantes, o al menos eso parece; y los hay que resultan ser una mezcla de los dos anteriores: insignificantes en apariencia pero fundamentales a la hora de explicar el devenir de la Historia, del partido.
Por regla general, nos fijamos más en los que más llaman la atención, ya sea un penalti, bien o mal señalado, una expulsión o un gol anulado justa o injustamente. Son los "eventos", las batallas que, aparentemente, marcan el devenir de una guerra, la coronación de tal rey en lugar de su hermano, la muerte de un gran personaje. Como polillas, nos dejamos atraer por la brillante luz de estos hechos y, como ellas, muchas veces nos quemamos sin ver que el verdadero foco de la acción estaba en otro lado. El Boston Tea Party, la revuelta ciudadana que en 1770 se considera uno de los detonantes de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, es el fogonazo que atrae poderosamente nuestra atención, pero sólo es eso, un estallido en medio de innumerables descontentos cotidianos.
En un partido de fútbol, para dirigirlo, para determinarlo, no hace falta expulsar a 3 jugadores de un equipo y castigar a éste con un par de penaltis. Eso podría provocar otra revuelta multitudinaria de insospechadas consecuencias. No, así no se trabaja. Es mucho mejor pitar una falta en medio campo, a veces incluso a favor del equipo que, al final, resultará perjudicado; o dejar de pitar otra aparentemente intranscendente; o señalarlas de forma reiterada, aunque lejos de la portería, para
marcar, de manera casi subliminal, el ritmo al que se han de jugar los encuentros. No hay grandes escándalos, ni llamativos titulares de prensa al día siguiente, porque los aficionados seremos guiados hábilmente para que miremos el dedo y no la luna.
PS: Por supuesto, todo lo anterior no es más que un ejercicio intelectual, un juego de una mente ociosa con el que matar un rato libre de lunes. Cualquier parecido con la realidad, con hechos pasados, presentes o futuros, es pura coincidencia.