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19.08.2013 00:00 de  Redacción   ver lecturas

Sonaban los pitos en la primera parte del primer partido de la temporada y eso significaba que todo estaba en su sitio; proyecto nuevo y el irrespetable ya no estaba contento. El cabrón de Mourinho, que le había robado al Madrid el fútbol d´atac, ya tenía que ser parte de la historia pero se resistía a borrar por completo su firma, escrita con cemento, y convenciendo a Ancelotti de que Diego López debía ser el portero titular. Carletto devolvería también la falsa unión de un madridismo que toda la vida ha estado dividido por razones lógicas; todo se resume en esto: quién entiende de este deporte y quién acude al estadio con el modo turista activado. El nuevo mister sacudió el mantel y el periodismo infartó al conocer la noticia. La obsesión siempre acaba llevándote a la misma calle vacía. La más alta autocrítica que se escucha desde el sector txistulari es que Ancelotti ha sentado a Casillas con una sonrisa en la boca y Mourinho lo hacía porque le quería hundir. Ni una sola mención a que ambos lo hacían por motivos exclusivamente deportivos y por el bien del equipo, que es lo que quiere siempre un entrenador.

Se presentó el Madrid con un centro del campo construido como la Constitución del 78, aglutinando a todas las sensibilidades e ideologías, con Isco como puente de encuentro entre el piperío y lo demás. ¡Un Madrid dentro de la Constitución!, eso es lo que le faltaba al mourinhismo, a pesar de ser el Estado de las Autonomías un órgano altamente antimadridista. Las cuatro extremidades de Isco desembocan en talento. Los brazos para mandar y pedir, las piernas para menear al equipo y cartografiar cada pase, y a todo ello hay que añadirle el culo. El culo de Isco es el pilar de su fútbol y no un arma de seducción, lo saca para aguantar el balón y evitar el robo, la pausa del funcionario que el Madrid de las transiciones locas también demandaba. Dejó auténticos detalles de genio para saber que nos vamos a divertir con él. Redondeó el partido marcando en la posición de Cristiano, invadiendo las cualidades del portugués y entrando así por la puerta grande. El centro lo puso un Marcelo que alquiló el ático de la banda izquierda y pasó ahí buena parte del partido colgando balones aéreos con la esperanza de que alguno alcanzara el nirvana.

Flojeó mucho la defensa, desencajada y partida como el equipo. Ramos se manchó el babero en el gol encajado, tan acostumbrado muchas veces a cometer actos infantiles por querer cortar las jugadas con la mirada. Carvajal también desentonó, su debut en el Bernabéu nació pixelado y las jugadas a balón parado seguían defendiéndose de milagro. Si se encajan goles todo esto no servirá para nada. Si algo le pediría a Carlo es que no abandone el contraataque, la obra más preciada del Madrid de los últimos tres años. El contragolpe es el soplido de aire fresco que necesita el fútbol, un jodido gintonic sin fruta, trago rápido y al lío, y que este equipo lo ha exprimido hasta la gloria. Debe saber adaptarlo al nuevo estilo, con Bale o sin él. Lo que falla arriba es el 9. El mejor ejemplo de esto fue la eliminatoria contra el Dortmund la temporada pasada.