Piqué peca de ignorante
La rivalidad entre Real Madrid y F.C Barcelona siempre ha tenido antecedentes repletos de puyas al rival, cruce de declaraciones, puente aéreo entre jugadores, alegría públicas ante la derrota, cánticos, y cientos de leyendas que avivaron la hostilidad notoria hoy entre ambos equipos. A lo largo de los años, numerosos jugadores han protagonizado alguna de éstas manifestaciones con mayor o menor grado de forofismo. Hablamos de Stoichkov, Juanito, Guardiola, Hierro, Xavi, Raúl, Puyol… y un largo etcétera de jugadores que ejemplifican, en mucha de sus formas, una rivalidad añosa. En esa contienda permanente, uno corre el riesgo de sobrepasar la línea que separa la rivalidad del complejo. Piqué, asumiendo ese rol bufonero sin gracia, en un ejercicio de ignorancia, habita más allá de la línea transformando la bandera de pugna entre dos equpos en una práctica que denota, entre otras debilidades, complejo de inferioridad, madriditis incurable y una condición de segundón que flaco favor le hace al propio F.C Barcelona. Me consta, a la luz de los acontecimientos, que el trabajo en este sentido que llevó a cabo Carles Puyol, ha sido echado por tierra por gente como Piqué, que enfrascado en esa figura anti-madridista evidencia los históricos trastornos del club que, pese a gozar de la mejor década de su centenaria historia, sigue sin superar el yugo y el dominio al que fueron sometidos en los noventa años anteriores.
La pena, además de estar personificada en el inconsciente de Piqué, también reside en la nula defensa de los mismos capitanes blancos que tuvieron que mirar cómo un jugador de la Real Sociedad demostraba más madridismo que ellos en años, dicho sea de paso. Porque uno de los problemas por los cuales los bufones se ven legitimados, es la permisividad que les otorgan aquellos que llevan el silencio por respuesta. Y no sólo hablo de los capitanes del Madrid, también hablo de Del Bosque, que lejos de criticar la acción como ya lo hizo con el incidente Pepe-Busquets, Diego Costa-Arbeloa o con el carné de entrenador de Zidane, tuvo el valor de exponer que "no tengo nada que decir, es un problema de los clubes". En ese concedido permiso, protagonizados ya lucimientos de manitas, soberbias amenazas en la "Copa de nuestro Rey", menciones a Kevin Roldán, vueltas a los campos "para que se jodan los de Madrid"… y tras la mofa pública después de la alineación de Cheryshev contra el Cádiz, inmerso en su papel habitual, Piqué optó en esta ocasión por insultar -suponemos que el insulto entra dentro de la humildad y el "seny" culé- a Álvaro Arbeloa, previa contestación de éste ante los comentarios vertidos en Twitter en relación a lo ocurrido en Copa. Una vez más, pecando de ignorante, osó retar con un comentario facilón a gente que le sobrepasa intelectualmente hablando, como quedó demostrado un par de minutos después con la contestación de Granero - una defensa, por cierto, que no es otra cosa que madridismo, elegancia, Bernabéu, inteligencia, Mourinho y señorío- en redes sociales: "Piqué, por favor, olvida ya los complejos y respeta a tus superiores". Porque Piqué, intentando rebatir con insultos argumentos de peso, pone en solfa la capacidad intelectual para la afronta, siendo poco más que, en el duelo contra Arbeloa y Granero, un niño de tres años echando una partida de ajedrez contra Gari Kaspárov; un adolescente resolviendo derivadas de Terence Tao o un manco peleando contra Tyson sobre el cuadrilátero.