Eminencias técnicas y fracasos deportivos
Quique Setién entró al Barcelona como si fuera la reencarnación del mítico futbolista y entrenador Johan Cruyff. A pesar de sus vanidosas palabras, y prometer que "había venido para jugar bien al fútbol", el cántabro saldrá previsiblemente por la puerta de atrás. Y esto es algo que algunos ya intuíamos, sobre todo viendo algunas sonrojantes derrotas del Betis, con goleadas incluidas. Por poner algunos ejemplos y sin el ánimo de ser exhaustivos se puede poner como ejemplo la eliminación en Copa del Rey contra el Cádiz, en los dieciseisavos de final por 3-5 en 2017; en Liga, en la jornada ocho contra el Valencia por 3-6; también en Liga en la misma temporada el Real Madrid apabulló al equipo de Setién por 3-5; en la jornada 12 de la misma temporada el modesto Eibar le endosó cinco goles.
Pero no hay que quedarse ahí, porque Setién pudo entrar en Europa y mostrar lo mucho que descuida a su equipo, sobre todo en cuanto a la defensa. El mejor ejemplo es cuando el Rennes echó al Betis, después de un resultado en la ida favorable tras haber empatado a tres. En el partido de vuelta, ya en el Benito Villamarín y con todo a favor, el cuadro francés metió tres goles, y el Betis solo pudo firmar una derrota y eliminación ridícula, en parte por el planteamiento de Setién.
Sin experiencia ninguna y sin haber ganado ningún título llegó al Barcelona. La propaganda sí la manejó bien y vendió que era uno de los mejores entrenadores españoles. Sin embargo, el tiempo le ha colocado en su sitio. El Barcelona, antes del confinamiento iba ganando la Liga con una ventaja de dos puntos, y eso que el Madrid arrolló a los azulgranas en el Bernabéu. Después, los blancos lograron aumentar la ventaja en cinco puntos, dejando tras de sí algunos partidos muy lamentables, como la derrota contra Osasuna en el Camp Nou.
Pero a Quique Setién le quedaba el colofón final. La Champions. Y en la mente está el partido que dejó cabreados a muchos béticos, el de Rennes y el que ya hemos mencionado en este escrito. El Bayern de Múnich no solo echó al Barça de la competición, sino que metió ocho goles. Una paliza que pasará a la historia. Un gol detrás de otro. Una humillación y una goleada que marcará para siempre al entrenador. En definitiva, un proyecto totalmente fracasado, para un entrenador que se pensaba que era la nueva tendencia del fútbol.
Pero ahí no queda todo, porque el siguiente en caer ha sido Guardiola. Su Manchester City, un equipo totalmente bañado en oro y petrodólares, ha caído con el modesto Olympique de Lyon, que si bien tiene buenos jugadores en la plantilla, no es un conjunto que pueda echar a todo un coloso de la Premier. "El mejor entrenador del mundo" no ha podido con el séptimo de la Ligue 1. Algunos quitarán la culpa al técnico español y lo dejarán todo en el fallo estrepitoso de Sterling. Lo cierto, es que el equipo no defiende bien, hay lagunas en el medio y la posesión que emplean muchas veces no vale para ganar el partido. Tener la pelota es algo que ya pasó de moda en el fútbol. Y si no que se lo digan a la selección española.
El fracaso de Quique Setién y de Pep Guardiola deja muchas lecturas. Se puede ser mejor o peor entrenador, pero siempre hay que ser modesto, humilde y no dar lecciones a los demás de cómo emplearse en un banquillo. El dinero no lo es todo, como tampoco la sabiduría de una pizarra de juego. Zidane ha ganado la Liga y la Supercopa de España, con más ganas e ímpetu que táctica, pero nunca se ha mostrado como una eminencia o nueva filosofía digna de estudio para el futuro. En cambio, estos dos entrenadores, alabados por la prensa y siempre protegidos por los analistas se han mostrado como los máximos valuartes del fútbol. Ambos están fuera de la Copa de Europa, vapuleados en sendas competiciones nacionales y con muchas excusas por delante. Para hacérselo mirar.