La importancia de los cambios y de su ejecución a tiempo
Una de las máximas que se rezan en el mundo del fútbol dice que no por más delanteros sobre el campo habrá más oportunidades de hacer gol. Lo mismo podríamos decir con los centrocampistas, y es que no por un exceso de éstos se tendrá más control sobre el partido. Ayer Zidane, al igual que en la Supercopa de Arabia, pensó que sí, y el resultado de la primera parte del duelo capital fue una reminiscencia al choque de hace tres semanas en Oriente Medio. La prueba del algodón no resultó en Yeda, y el remodelado trofeo tuvo que decidirse desde el agónico punto fatídico. 'Zizou' repitió la fórmula y a la mitad del choque tuvo que intervenir. En vista del fútbol embarrado y falto de esencia y profundidad que hasta ese momento estaba practicando el Real Madrid, el técnico marsellés sacó de circulación a Isco y Kroos para poner en órbita a Vinícius y Lucas. Hasta ese momento, el Bernabéu parecía la M-30. El Real juntaba a seis jugadores en posiciones interiores, pues Benzema, quien ante la falta de verticalidad de sus compañeros y por su esencia de vascular, bajaba a recibir. Ello dejaba a Isco como referencia nula porque el malagueño pasaba a ocupar su posición y era imposible encontrarle por arriba cuando el Madrid recurría a los centros de Carvajal o Mendy.
Así, el Atlético estaba muy cómodo. La tendencia natural de las fichas blancas del tablero no le exigía sobreesfuerzos a la hora de cerrar espacios y defender, porque eran los propios jugadores del Madrid quienes continuamente se estrellaban contra la muralla rojiblanca por su obstinación de entrar por dentro. Y cuando buscaba hacerlo por fuera, el recurso del centro era inocuo por las condiciones de los rematadores -cuando los había-. Vinícius y Lucas modificaron el panorama. Así, los locales despoblaron el centro del campo, lo que supuso una dosis de claridad que también se entendió por la permuta de Valverde, quien pasó de la banda como en Arabia al centro del campo, donde fue más provechoso. A cambio, se multiplicó el carácter nocivo del equipo por las bandas, lo que permitió tener a dos jugadores verticales siempre dispuestos al uno contra uno. Como resultado, Vinícius se midió a un Vrsaljko repatriado, y por su carácter de ventosa dentro del campo, atrajo rivales y filtró un inteligente pase en profundidad -lo que faltó en el primer tiempo- para el desmarque de un rutilante Mendy. Balón terminal medido al pie de Karim, que ya sí era referencia, y gol. De la nada al todo en la segunda mitad y a tiempo, gracias a que desde la banda hubo carácter intervencionista.
El movimiento desde el banquillo sorprendió, y es que el entrenador francés es el que más tarda en hacer los cambios de LaLiga. Después, el mensaje que reiteró como un mantra en la rueda de prensa posterior fue que no le gusta tirar de permutas en el ecuador de los partidos porque parece un acto de reproche contra el jugador que abandona el campo, lo que continuamente le llevó a disculparse con Kroos e Isco. Sin embargo, el colectivo debe estar por encima de los jugadores, quienes deben entender que son parte de un engranaje que debe funcionar. Cuando el choque pide savia nueva, hay que dársela, no demorar las modificaciones tácticas por el sentir de quien abandona el campo si ya no está aportando lo que demanda el contexto. Por esa regla de tres, ¿acaso no es también desagradable para un jugador como Jovic ingresar al partido en los minutos finales? Un cambio que ayer faltó, por cierto. El Atlético tiró de orgullo al final y en su ademán de igualar el luminoso, faltó un movimiento que rebajase la fe y las pulsaciones del partido. Al menos no hubo que lamentar aunque el galo no cubriese el cupo. Las balas de la recámara ganan partidos y campeonatos, y ayer quedó demostrado una vez más.