Haters
Una de las primeras columnas que escribimos desde el Comité para Bernabéu Digital fue una titulada "Síndrome del aficionado japonés". En ella hablábamos de un perfil de aficionado: el que pondera a un jugador por encima del club. Quizá la búsqueda de ingresos extraordinarios por parte de los clubes y el marketing nos ha llevado a esta situación. ¿Comprarte la camiseta de tu equipo con el nombre de tu jugador favorito lleva implícito la defensa a ultranza de dicho jugador? Respuesta, en algunos casos, sí.
Muchos de ellos han mutado, como lo hechos, que diría aquel. Ahora para defender a su protegido, los believers no dudan en descalificar al jugador que le pueda hacer competencia, como ha ocurrido en los últimos años entre Higuaín y Benzema, por poner un ejemplo clarificador.
Esté fenómeno ha ido in crescendo en los últimos meses y Twitter es un buen termómetro para medir la fiebre de este tipo de aficionados, por llamarlos de alguna manera. De hecho, algunos extremistas, llegan a desear la muerte del jugador que está jugando en ese momento como ha ocurrido con el manido debate de la portería del Madrí entre Diego López e Iker Casillas. O incluso a desear la derrota de tu equipo si tu jugador fetiche no estaba en el once inicial, algo de locos.
Para ir acercándonos un poco más a la definición exacta del aficionado en cuestión, no iríamos desencaminados si los catalogamos como HATERS, palabra que ha adquirido una gran relevancia en los últimos tiempos en RRSS.
Todos deberíamos hacer examen de conciencia y empezar a mirar por el bien del equipo y del Club .Dejar de lado, de una vez por todas, nuestras filias y fobias que tenemos con ciertos jugadores y animar sin distinción. No debemos confundir la parte con el todo.
Cuenta Daniel Goleman, en su libro "La inteligencia emocional", una anécdota que vivió un día insoportable de calor en Nueva York. Subió a un autobús y el conductor lo recibió con efusivo "¡Hola!, ¿cómo está?" y así lo hacía con todo el mundo. La respuesta de los viajeros era poner mala cara y pocos le devolvían el saludo. Una vez en marcha, el conductor hablaba en voz alta y narraba todo lo que veía, ofertas en grandes almacenes, exposiciones en museos, las películas que se estrenaban en cartelera con una simpatía desbordante. Según llegaban las paradas y los viajeros abandonaban el bus, el conductor les despedía con un "¡Hasta la vista! ¡Que tenga un buen día!", y todos respondían con una abierta sonrisa. Haters, tomad nota.
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