La edad de la inocencia
El fútbol es un deporte. Como tal, un entretenimiento. En las últimas tres décadas, gracias a la eclosión de las Tecnologias de la Información y Comunicación se ha convertido en un gran fenómeno de masas con un enorme impacto en la sociedad. Pero sigue siendo eso, un deporte. O eso queremos creer.
La realidad es que el fútbol ha pasado la edad de la inocencia, y se ha convertido en una industria de entretenimiento. Nada negativo en esto, desde el punto de vista del espectador mayor espectáculo y diversión, más contenidos, más debate. Como madridista este disfrute se ve aumentado por el hecho de poder disfrutar de un equipo competitivo que disputa con opciones múltiples competiciones.
Pero llega el momento en el que casi sin querer tienes la oportunidad de ver qué hay detrás de ese gigantesco escenario, qué hay más allà de la pelota.
Descubres cosas, empiezas a ver cómo se actúa en el mundillo, tienes acceso, aunque sea de manera superficial a alguna información, coqueteas con "insiders", periodistas, agentes...
Y empiezas a descubrir cómo funciona, y te llevas decepciones, decepciones inimaginables. Algunas tan grandes como la que se lleva Mikel Lejarza en los últimos minutos de la película Lobo. Descubres, con poca sorpresa, que todo es una gigantesca red de intereses, donde todos los actores terminan comportándose siguiendo una lógica perversa donde nadie puede ganar del todo ni perder del todo, porque al fin y al cabo, todos viven de esto.
De repente ya no ves equipos, ni jugadores, ves dinero, negociaciones, contratos, ambiciones, empiezas a encontrar un pero a prácticamente todo, has empezado a dejar de disfrutar del fútbol tal y como lo entendías. Ahora es otra cosa, también disfrutas, pero de otra manera.
Entonces, es precisamente en ese precisamente instante en el que quieres volver atrás. Volver a la inocencia, al disfrute puro y transparente. Pero ya es imposible. En la "ignorancia", como puro aficionado se vive mucho mejor, o eso creemos.