Luka es el hombre
La revolución del último día de mercado desnudó a todos los que, obnubilados por el dedo de Bale -ese fichaje que fue inminente durante dos meses- perdieron de vista el cielo de las ventas. A resultas de la impericia informativa el madridista se cenó el 31 por la noche la venta de uno de sus jugadores más apreciados desde su llegada tras el Mundial de Sudáfrica y no supo muy bien si celebrar la llegada de Bale o rechistar por la venta con poca luz y menos taquígrafos de su otrora estrella mientras Florentino ensayaba el gesto de Raúl por lo que pudiera pasar.
Toda pérdida inesperada tiene algo de traumático que magnifica la esencia pretérita. Efecto shock, que le llaman. La realidad, por más resbaladizo que sea el concepto, suele tener, por lo general, más matices.
En el caso de Özil, ni sus detractores si es que alguien tan poco polémico los tiene, serán capaces de obviar el atracón de talento que se debió pegar en alguna marmita bávara a los pocos años de nacer. Verle sobre el césped a pleno pulmón es un regodeo visual que invita a mirar de reojo no vaya a haber algún policía que le lleve a uno detenido por disfrutar tanto. Su calidad es tan indiscutible que costaría gastar los dedos de una mano para enumerar a futbolistas que, en su demarcación, desplieguen un ingenio equiparable. Eso está fuera de toda duda.
Pero el fútbol sigue siendo cuestión de más cosas, por más que el tiquitaquismo haya tratado de imponer un ideario único que sólo se sostiene desde el otro lado del sillón, con una cerveza de la mano y el mando de la tele de la otra. Mesut también es el hombre al que le cuesta bajar y al que, y les prometo que bien que le cuesta escribir esto al hombre que, tras un Alemania-Ghana en Sudáfrica tuiteó "Floren, fíchalo", se le apagan las luces con cierta frecuencia en los partidos de tronío.
No convierten, evidentemente, las carencias a Özil en un tipo inmediatamente defenestrable. Cincuenta millones de euros tal vez sí. Especialmente en una plantilla en la que ha irrumpido como un ciclón amparado por el desdén de Carletto al contragolpe Isco y en la que se ha asentado con galones y visión nocturna Luka Modric, anteriormente conocido por los mismos del dedo y el cielo como el peor fichaje de la temporada. Con los focos volcados sobre el artista malagueño, el fantasista que puede acabar de romper en el tremendo jugadorazo que lleva dentro es el croata, en el que Ancelotti se ha apoyado ante la falta de mano de obra vasca en el centro del campo. Que Luka, el hombre que por cierto desatascó una eliminatoria perdida nada menos que en Old Trafford, haya dado la fiabilidad por respuesta ha acabado de inclinar la ceja de Ancelotti para sentenciar a Özil. Y al Madrid, que ya le ha disfrutado tres años, costará mucho convencerle de que con la plantilla que le queda y la plusvalía generada ha sido el que ha salido perdiendo en esta historia.