IQ
Mientras Sergio Ramos recoge los trazos de su IQ -siglas de 'coeficiente intelectual' en inglés, para el que no lo sepa- que se dejó en Pamplona con su expulsión, el Comité de Competición decide quitarle la primera amarilla que vio aquel fatídico día. Amonestación que fue, a todas luces, injusta, algo que el replay puede confirmar fácilmente. Si la decisión del comité perjudica o beneficia al Madrid se verá en Mestalla, lo cierto es que el nivel mostrado por Ramos, no sólo en la temporada sino en el año, deja mucho que desear.
Es el segundo capitán del equipo, lo que conlleva muchas responsabilidades, pero el de Camas generalmente mete la pata cuando le toca ser portavoz del equipo, y siendo vocero de un club tan grande como el Real Madrid, la dimensión se agiganta. En lo estrictamente deportivo, su rendimiento ha sido absolutamente deplorable en los meses que llevamos de temporada, física o mentalmente, se hace difícil recordar una situación con la que comparar a la actual. Ramos parece ido; lo ves allí, pero no está.
Una posible solución a esto es el banquillazo. Ya el anterior entrenador le aplicó la misma medicina a Ramos en el partido de Champions ante el City y pareció funcionar. Quizá el tirón de orejas que supone el banquillo sea la chispa que haga despertar al andaluz de su letargo, porque, siendo la rodilla de Varane una incertidumbre, el Madrí le necesita en su mejor versión. Cuando Ancelotti ha podido enviarle al banquillo le puso con calzador en el mediocentro y luego en el lateral derecho. Quizá Carletto no tenga los cojones de sentarle, pero quién dude del mal momento de Ramos debe saber que en las dos salidas más difíciles de la temporada -Camp Nou y Turín- la pareja de centrales elegida por el italiano fue Pepe-Varane.
En Mestalla sólo se contará con Nacho y el mencionado Sergio Ramos para la defensa central. Parece el momento apropiado para que el banquillo envíe el mensaje adecuado. Sólo hay dos centrales disponibles y, si Carlo elige un 'parche' sobre Ramos, podría servir como el punto de quiebre de la mala temporada del segundo capitán madridista. Un sacudón para que espabile. Queda en manos de Ancelotti.
Al otro extremo del IQ, el madridismo se rinde a Xabi Alonso. La ovación recibida por el tolosarra en la vuelta de Copa ante el Játiva, aunado a las constantes muestras de cariño y afecto del madridismo alrededor el mundo, demuestra una cosa; todos quieren que siga en el club blanco. El peso de Xabi en el juego y en el vestuario le hacen un hombre vital, un líder, una de las pocas figuras en las que una afición tan dividida como el madridismo suele encontrar unión casi unánime.
Mucho se dice, nadie sabe cuál es el grado de veracidad de lo que se dice. No parece ser un problema de dinero o de longevidad. Pero si la duda de Xabi es su nivel personal que vea el giro que ha dado el juego del equipo tras su vuelta. Balance, equilibrio, orden; es una pieza clave. El Madrí consiguió al aprendiz ideal en Illarramendi, pero el profesor no se puede ir todavía. Aún queda mucho fútbol que dar en esas botas. Aún quedan muchos pases de 40 metros con los que deleitar a medio mundo en esa piern derecha. Aún queda barbarroja en el Real Madrid.