Si algo dejó claro la visita del Athletic es que hay dos jugadores imprescindibles
Se fue Cristiano Ronaldo y con él un tsunami de goles inagotable. El portugués provocó un enfriamiento global, y el mercurio del club y de sus aficionados registró mínimos históricos. Este Real Madrid, más de simposio que de solistas desde entonces, continúa encontrándose desde la orfandad a la que tanto el equipo como el '7' portugués se condenaron hace un año y medio. 2019 ha sido el primer ejercicio natural en el que el cambio climático decrepitó a sendas partes tras el irrevocable divorcio, y mientras el luso añadió al blanco rayas negras para olvidar, el Madrid se resigna por su mejor amor al no encontrar resultado en la troupe de su plantilla. Ya nada será igual, y es que a Benzema, extraviado en el espesor de la jungla con 12 goles y empecinado en encontrarse con Messi, ya no le vislumbran ni los prismáticos de Ramos, que con 3 es el segundo máximo artillero de los blancos en LaLiga. Unas cifras sibilinas para una escuadra de enjundia decidida a levantar metal allá por mayo.
El vis a vis contra el Athletic vino a confirmar una máxima manida, pero cada vez más cierta. Hay dos jugadores imprescindibles en este Real Madrid: Benzema y Casemiro. Pobre de Zidane si hay lesión o sanción que salpique a alguno, lo que obligaría al técnico a tirar de sobretodo y bufanda para sobrevivir en el gélido páramo en que se encallaría su equipo. Karim no tuvo el día ante los rojiblancos, y en los tiempos que corren, si al francés no le entra, el Bernabéu llega sin uñas al alargue. El único con gol de la plantilla fue el pincel que pintó a óleo la puerta grande por la que Unai Simón abandonó el rectángulo madrileño. Dos testarazos, centrados y a sus manos, fueron los argumentos más diáfanos del '9', que esta vez no encontró más que chinas en el sendero hacia el gol ante su víctima favorita. Las paradojas del fútbol. Si Benzema no besa red, no hay fiesta en el Real, porque su jefe no termina de confiar en la competencia. Jovic, que aún así tuvo un palo terminal, disfruta de un manjar testimonial y esporádico. Sin casi minutos no se puede esperar que cuando ingrese cace al vuelo un milagro de a tres. Y Mariano, inédito, ya es más amigo del utillero y de la seguridad del palco que de su entrenador.
En la media, el fantasma de Casemiro dio más miedo a los de casa que a los inalterables bilbaínos. Al brasileño se le añoró no ya solo por sus cualidades inherentes, sino por el efecto dominó que acompaña a su titularidad. Valverde tuvo que disfrazarse de hombre áncora y la disyuntiva capó la mejor destreza del charrúa, infatigable en el ida y vuelta. El partido no le sacó la correa y quedó inhibido, como guardaespaldas por si se descomponía el castillo en una pérdida nociva. No pudo asomar en lo que es un virtuoso, y a varias lunas de Simón no supo ni de lejos qué guantes llevaba. Con el '14' no solo se libera el inopinado uruguayo, si no que Modric, que ya no está para cabalgar 90, dosifica esfuerzos como en su día le tocó al séptimo de Madeira. Por su adiós, ahora hay más de uno innegociable.