Mirotic, cuando las expectativas se quedan cortas
Podgorica, Montenegro. 11 de febrero de 1991. El talento del balón y la canasta decidía encarnarse nuevamente en una zona de pasión y entrega. Los Balcanes volvían a ser el destino que el dios del baloncesto elegía para mandar sus destellos a las manos de un jugador. La pureza, el talento y la elegancia vuelven a encarnarse en la orilla del mar Adriático. El nombre de la estrella, Nikola Mirotic.
Podgorica ve nacer a una futura estrella
Aunque tardío, y tras sus coqueteos con el fútbol, Nikola descubrió que la canasta era lo suyo, que tener el balón en las manos y no en los pies era su don. Un talento claramente por pulir y perfeccionar, pero Mirotic lo haría cual orfebre, aún a día de hoy. En 2005 cambió Podgorica por Madrid. El equipo merengue vio ese duende con el que nació Nikola. Vio a un jugador con un futuro inmenso, que bien tratado podría llegar a ser una estrella mundial.
Tras cinco años en 'La Fábrica', Mirotic pasaba a formar parte de la primera plantilla del Real Madrid. Todos los éxitos conseguidos, a nivel individual o colectivo, quedaban atrás. Esas actuaciones precisas y notables en LEB Oro con el Palencia Baloncesto, o como júnior del Real Madrid ya no servían para nada. El momento clave le había llegado. Uno de los mejores entrenadores europeos de la historia del baloncesto, Ettore Messina, le daba la oportunidad de demostrar todo el baloncesto que guardaba en sus manos, y el joven Nikola no dejó indiferente a nadie.
Messina le da la oportunidad en el primer equipo
17 minutos por partido promedió en su primera campaña cien por cien con el primer equipo. Messina le 'daba bola', y el ya español respondía con creces. Con una media de 8 puntos, 4 rebotes y 9 puntos de valoración, Niko dejaba claro que a sus 18 años le esperaba un futuro más que esperanzador con la camiseta merengue.
Tres temporadas han pasado desde que Messina le hiciera un hueco en la plantilla del Real Madrid. Tres campañas de continuo progreso, destrozando cualquier techo que se propusiera hasta llevar al Madrid a rozar una Euroliga que aún se le resiste al club más laureado de Europa. Pero lo que era un sueño, que se convirtió en obsesión, parece estar más cerca que nunca.
Nikola es especial. Chicago le espera como agua de mayo para acompañar a un Derrick Rose impaciente de tener un alero capaz de hacer de todo. Pero la NBA ha de esperar, Europa es aún el campo de batalla de este soldado montenegrino empeñado en destrozar todas y cada una de las defensas que osan plantarle cara. América debe aguardar un poco aún por el talento y la calidad de Mirotic. Ese don que le fue otorgado y que se presupone que llevara a este Real Madrid, a este equipo que desarrollá un juego sin par, a levantar la novena Copa de Europa que tanto se merecen los apasionados del Palacio de los Deportes. Y Nikola ha de estar presente. La historia del club blanco tiene un hueco reservado al lado de los Herreros, Sabonis, Fernando Martín y compañía, y ese espacio parece tener nombre y apellidos: Nikola Mirotic.