El adiós de Casillas
Este 11 de julio de 2015, cinco años después de levantar la Copa del Mundo, se hacía oficial la marcha de Iker Casillas del Real Madrid. Como si aquella final en Johannesburgo marcara, por cosas del destino, el principio del fin y el inicio de un lustro de decadencia. Desde su debut en San Mamés, la figura del portero ascendió de forma meteórica hasta convertirse en mito para después descender, con fuerza pese de los esfuerzos de su corte, a los infiernos.
La entrevista a sus padres nos muestra la cara oculta del clan Casillas, un espacio privado en el que solo la indiscreción de alguno de sus miembros pondría el foco sobre ella. Una metedura de pata que no hace más que abrir la veda para comentar los asuntos más turbios de la etapa del guardameta en la entidad de Chamartín. El punto y final a una salida con tintes kafkianos y digna de guión de una película norteamericana, pero de esas que se emiten en las sobremesas de los fines de semana durante el verano para ayudar a echarse la siesta.
En su despedida, Casillas se refugió en sus palmeros. Se fue solo, sin directivos ni copas ni aficionados. Solo con los aplausos de sus amigos periodistas. El final que quiso. Un triste desenlace provocado por su prepotente y desacertada actitud durante sus últimos días como madridista. Casillas logró desquiciar a Florentino Pérez durante las negociaciones, hasta el punto de que el presidente decidiera dar un paso atrás y buscar otros interlocutores. El Madrid lo dio todo para que Casillas tuviera un adiós digno, pero el guardameta siempre quería más. Solo importaba el dinero. Solo quería morir matando.
El rencor es la chispa que prende la mecha en toda guerra. Para acercarse al verdadero Casillas solo hay que leer la entrevista a sus padres. Un capitán que tuvo denunciado al club durante años, agarrándose a un contrato calderoniano y condicionando su rendimiento deportivo antes de una semifinal de Champions por un juicio en el que solo había en juego (más) dinero. Un brazalete que siempre le vino grande, aunque ahora convenga pensar que fue utilizado por su entorno en toda esta canallesca.
En el plano deportivo nada nuevo que descubrir. Es una leyenda. Llegó a ser el mejor del mundo, con una época brillante entre 2002 y 2010, pero con una decadencia convulsa y llena de malos gestos y silencios. Dejó de ser portero cuando comenzaron a destacarse sus paradas en los entrenamientos o en la piscina, incluso cuando fallaba el rival y se elogiaba su eterna flor. Entonces ya no era Casillas, sino un personaje de ciencia ficción que desviaba balones con la mirada. Hasta ese punto llegó una campaña que se creyó y de la que fue cómplice.
Dicen que lo difícil no es llegar a la cúspide, sino saber bajar sin sufrir daño alguno. Casillas no lo logró. Se metió en una espiral de elogios provocada por un entorno que deseaba seguir viviendo del cuento. Ahora sus padres achacan a una conspiración orquestada la mala relación de su hijo con gran parte del madridismo en los últimos años. Quizá, malacostumbrados los Casillas por ese trato de favor de gran parte de la prensa, no entendían las críticas. Su adiós tuvo como culmen escenas dantescas e hilarantes. Y es que ese era Iker, capaz de moverse entre Amenábar y Almodóvar en cuestión de segundos.
Su forma de decir adiós se ha convertido en la peor salida de su carrera, superando incluso a la de Lisboa. Sus idas y venidas, sus exigencias disparatadas movidas por el rencor y sus razonables dudas pusieron en tela de juicio ese madridismo del que presume desde que era niño. Casillas se convirtió en aquel toro de San Fermín que corría convencido de embestir por la Cuesta de Santo Domingo, pero que a mitad de camino se dio la vuelta y decidió regresar a corrales. Al final, salida por la puerta de atrás y sin paseo triunfal por la monumental plaza de Pamplona.
Iker Casillas ya es historia en el Real Madrid y esa imagen de soledad en la sala de prensa el día de su despedida le perseguirá el resto de su vida. Prefirió repartir su discurso a partes iguales entre el Oporto, agradecimientos varios, palabras cómplices a la prensa y un mensaje a los aficionados. El madridismo se merecía otro final, pero Casillas no quiso. C'est fini.
Se va Iker Casillas, un portero de dibujos animados que acabó devorado por el personaje de ciencia ficción creado por sus amigos periodistas. Muchas gracias y buena suerte.