Blanca Navidad

29.11.2013 00:00 de  Redacción   ver lecturas

Me gusta. Me encanta que el público del Bernabéu caiga rendido noche tras noche a los pies de Cristiano Ronaldo. Lejos quedan los tiempos en los que el señorío blanco impedía a muchos venerar al portugués por el simple hecho de defenderse de las tarascadas que le llegaban desde fuera y desde dentro del club. Cierto es que también quedan lejos los tiempos en los que cada vez que Cristiano cogía un micrófono incendiaba las portadas. Sea como fuere, me encanta tener al mejor jugador del mundo y que, poco a poco, el Real Madrid esté consiguiendo ligarle de por vida al color blanco.

Di María también me gusta. Y Modric. Ambos son la prueba más fehaciente de que el trabajo, la ambición y el esfuerzo abren puertas que muchos daban por cerradas. El primero es el ejemplo perfecto de superación. Atrás queda la falta de constancia y de confianza. El segundo es la máxima expresión de lo bien que se puede adaptar un jugador a un equipo. Forma ya parte de la columna vertebral blanca y es respetado y admirado por la mayor parte de la afición. Casi parece que lleve en Chamartín toda su vida.

Por supuesto, Bale me gusta todavía más. Ha conseguido salir airoso de la mala prensa que se hizo de él durante sus primeros días en la capital y ha entrado como un elefante en una cacharrería. En muchos aspectos recuerda a Cristiano y, al igual que el luso en su momento, da esperanzas de que en unos años su crecimiento será imparable. Cada día parece más claro que tarde o temprano llegará a la cumbre del fútbol mundial para clavar allí la bandera del Real Madrid. Sí, le faltan muchos pasos por dar. Pero, en su caso, cada paso equivale al de un gigante.

Tampoco me olvido de Arbeloa, de Illarra de Isco o de Benzema. Todos ellos, por un motivo u otro, se están viendo obligados a callar bocas, a exprimir su magia y a ganarse el puesto, y todos ellos lo están consiguiendo. Hay sana competencia y hay mucho donde elegir, y obviamente eso también me gusta.

Ahora incluso me gusta Carletto. Sus experimentos de 'Dr. Carlenstein' sembraron el pánico entre la afición durante más de una jornada, pero parece que solo era cuestión de tiempo dar con la tecla. Ahora que la ha encontrado, el equipo parece estar engrasado a la perfección y preparado para plantar cara a cualquier equipo, algo que ni mucho menos sucedía al comienzo de la temporada. Me gusta Ancelotti, me gusta su ceja y me gustan sus cigarritos.

Obviamente, no todo es perfecto y de color rosa. Me preocupa Ramos, sigue sin gustarme el entorno que rodea al Real Madrid y sigo viendo muchas cosas que mejorar. Pero no es momento de ser negativos. De hecho, es difícil serlo después de ver la exhibición de Arbeloa ante el Galatasaray y de dejar claro que este equipo también funciona sin Cristiano. La navidad ha llegado al Real Madrid y su árbol luce ahora más fuerte que nunca. Esperemos que este año no nos toque llevarnos el carbón y que las fiestas sean más blancas que nunca. Esperemos también que esto no sean solo pinceladas de felicidad inducidas por la embriaguez navideña.