Zidane saca provecho de la crisis del coronavirus
Antes de que estallase la pandemia del COVID-19, el Real Madrid era un funambulista que caminaba sobre el alambre en una situación delicada. A pesar del coraje a borbotones que demostró la tropa de Zinedine Zidane en el clásico, el liderato solo duró una semana y hace hoy justo siete días cayó con todas las de la ley en el Villamarín, esa misma que hoy les exige no perder la forma desde casa.
A estas horas ya haría 48 que tendrían que haber recibido al Eibar en el Bernabéu, un envite envenenado ante unos vascos con el descenso en el cogote. El choque era la prueba previa a la batalla de Mánchester, un cara o cruz para el Real después del desalentador 1-2 de Concha Espina. Ahora, la incertidumbre golpea con tal soberbia que resulta indescifrable saber cuándo se citarán de nuevo Pep y 'Zizou', y lo que es peor, no hay garantías de que vuelvan a estrecharse las manos -y nunca mejor dicho-.
Pero si para los jugadores no son vacaciones, tampoco lo son para el entrenador. La temporada blanca se debate entre el éxtasis y el segundo curso consecutivo de cuarentena para los aficionados en el mes de mayo, y a juzgar por la irregularidad del barco antes del parón forzoso, el oleaje y la tormenta tambaleaban al escuadrón en cualquier escenario. En ese Madrid salvaje cabía todo en poco tiempo, desde una victoria convincente hasta una derrota sin comparecencia en cuestión de pocos días y sin una Copa entre semana a la que cargar de culpas. Así las cosas, el técnico marsellés quedaba como uno de los pocos blancos en la mirilla, de ahí que el coronavirus ahora sea su mejor aliado. Tendrá tiempo de sobra para pensar en tácticas, reflexionar con pizarras y evaluar a sus rivales de cara al confuso regreso, una oportunidad de oro si quiere salvar la temporada...y quién sabe si el puesto.