El flautista (de) Valdanín
César Millán es a los canes lo que Jorge Valdano a las cerebros débiles. Eso es asín. La principal diferencia entre ellos es que el encantador de perros emplea el poder de la mente y la energía para someter a sus 'pacientes' peludos, mientras que al encantador de personas le sobra con cinco minutos de monólogo embriagador para que su interlocutor se convenza de que en realidad no necesita para nada los dos riñones: "Claro, Jorge, si visto así tienes razón, te doy el que prefieras. El derecho o el izquierdo, lo mismo me da". Da igual el tiempo que pase, o si Valdano está o no está en el Real Madrid, no hay forma humana de silenciar las ponzoñosas notas musicales de su flauta, que lleva décadas hipnotizando a propios y extraños. Suena en los despachos del Bernabéu y en sus gradas, suena también en los pasillos de Valdebebas y suena altísimo en las redacciones prisaicas, que están repletas de partituras valdánicas.
Valdano lleva ya muchos años impartiendo por estudios, platós y periódicos, clases de madridismología interesada, algo tremendamente nocivo para el club teniendo en cuenta dos factores básicos. El primero, que su opinión se tiene muy en cuenta entre un amplio sector de la afición porque es un "referente ideológico del Real Madrid" (dolor). No estamos hablando de un Manolo Lama de la vida, cuyo discurso antimadridista es tan vil, descarado y hortera que pocos aficionados lo interiorizan. No tan pocos, en realidad, pero no me quiero enfadar. El segundo factor es que al señor Jorge Valdano el Madrí no le importa, le interesa, que es muy diferente. Le interesa porque le basta con lo poco que ha hecho (en serio, NO ha hecho tanto, es que habla muy bien) para vivir del cuento toda la vida, especialmente si se presta a contar el cuento como a sus amiguetes de la prensa les conviene.
A todo esto, escribo sobre Valdano porque le vi el otro día en 'El Hormiguero' adoctrinando a las masas sobre esto del Madrid, del que él sabe mucho y los demás poco. Mi sentido común me quiso llevar a proseguir con mi zapeo nocturno, pero de repente escuché que las notas de su flauta emitían algo así como "Iker no cometió errores que justifiquen su suplencia. La justificación vendrá por otro lado". Pensé cuatro cosas muy rápidamente. La primera, que me había fastidiado la cena; la segunda, que el tema de mi columna de la semana estaba arreglado; la tercera, que si en el libro ése que está promocionando, que se llama no sé qué del líder, no viene nada parecido a "el entrenador es el único que conoce en qué condiciones se encuentran sus jugadores, por lo que su criterio es el que cuenta a la hora de decidir titularidades"; la cuarta, si realmente le pareció que el inicio de temporada de Casillas fue digno del portero y capitán del Real Madrid o si simplemente está jugando con nosotros.
A lo mejor es que en su dilatadísima trayectoria en los banquillos -cuatro años- no le dio tiempo a asumir principios básicos como que si un jugador no rinde al nivel que debe se le tiene que dar un toque de atención, se llame Casillas, Cristiano o Morata. O a lo mejor es que le viene bien soltar el dardín a Mourinho, de quien más tarde dijo que "se imaginó cosas que no existían" y que "no tiene frontalidad, le ofrecí diálogo y me lo negó". Verás, Jorge, normalmente a la gente no le hace gracia que boicoteen su trabajo, ni que le llamen "carisma andante que no se sabe muy bien qué representa". Todos entendemos que nunca superaste el dejar de ser el madurito más deseado entre las marujas cuando apareció Mou, pero la vida sigue. Hay que vivir con ello.
Ya sabemos que Mourinho es muy de poner cruces al enemigo, lo que no sé es cómo no se la puso antes. Que le negaba el diálogo, dice... ¡Pero si tu regalo de bienvenida a Mou fue una filtración tergiversada a la prensa de una conversación privada sobre el asunto del brazalete! Conversación que, por cierto, terminó en la portada "Mourinho quiere a cargarse a Casillas de capitán" y que fue el germen de la ruptura Mourinho-Casillas, que a la postre supuso el punto y fin del proyecto deportivo. Yo no te habría puesto la cruz, te habría puesto la zancadilla.
En la estomagante entrevista en el 'El Hormiguero' salió también, cómo no, un asunto de interés extraplanetario: Mourinho estuvo a punto de cargarse la selección española. Concretamente, dijo que los Madrid-Barça de la época de Mou "envilecieron el fútbol español". Todos sabemos por culpa de quién, no hace falta que lo diga. Le faltó tiempo para sacar el discurso del señorío y de los valores. Habría que preguntar al señor Valdano si cuando bajó en plan macarra repeinado al vestuario de árbitros a pedir explicaciones por el arbitraje en aquel Sevilla-Madrid de Copa, allá por 2004, lo hizo con muchos valores o con pocos. Igual si él lo hace, como es "de la casa", no pasa nada. Eso sí, bien que se le llenaba la boca diciendo lo "ofensivo" que era ver a Mourinho quejarse de los árbitros. Se ve que la praxis del doble rasero la domina tan bien como el arte de la manipulación. Madridismo disfrazado.