El perdón
Perdonó tanto el Madrid que cuando acertó Ronaldo con el penalti pidió perdón por haber perdonado tanto. El juego de palabras es torpe, hoy especialmente por culpa de la siesta frustrada. Las cuatro de la tarde no son horas para un sábado de octubre, pero manda el calendario o quien gobierne esto y si hay que hundirse en el sofá y entre bostezos se hunde uno y punto. En esa tesitura los uys suenan un poco desganados, actitud que no tuvieron los que saltaron al verde. Implicación sí que hubo, desde Morata hasta Willy Caballero, que tiene nombre de portero poco fiable pero que salió con las palmas amoratadas de tanto parar.
No fue el pecado capital de la pereza sino la virtud cristiana del perdón lo que dejó el resultado en el alero hasta que llegó el 2-0 sobre el tiempo añadido. Bale provocó un penalti con su protusión a cuestas y Cristiano cerró la puerta a un accidente calamitoso, que yo me temía ya de pie en esos minutos futboleros que me quitan años de vida porque tengo una concepción fatalista de la existencia y cada noche sueño con que me meten un gol en el último suspiro. Esta vez, no. El portugués batió por fin a Willy y en lugar de sacarse la rabia de dentro se fue a la grada contrariado, meneando la cabeza y con las palmas tan juntitas como en una foto de comunión. Disculpado, hombre, disculpado.
Menos pase tiene que el Madrid jugara a rachas, un poco más entonado que en citas anteriores aunque abandonado a la espesura en demasiadas rachas del encuentro. El reproche puede extenderse a la falta de atención en los fueras de juego, que caían uno tras otro en una cascada torrencial. El pistoletazo de salida lo dio Ramos, a quien recuerdo un remate en posición correcta a la salida de una falta. Fue hace cuatro años. Como para olvidarlo.
Tanto caer en la trampa defensiva que tejió Schuster tiene algo que ver con lagunas de concentración y con la intermitencia de los jugadores con más calidad de la plantilla. Isco es uno de ellos, uno de esos genios que regala destellos en instantes pasajeros para diluirse después en largos paréntesis. El chaval es joven y jugaba contra su gente de Málaga, así que aplicaremos el tono de disculpa general que caracterizó los acontecimientos. Eso sí, en el Nou Camp no se admiten abandonos.
Ya se ve en el horizonte esa finalísima, sí. La cita se presenta decisiva por la desventaja acumulada y el Madrid la afronta con todos sanos o casi curados salvo Xabi Alonso, que mira que está elegante en los anuncios de El Corte Inglés. Hasta Marcelo ha vuelto sin lesiones de su ruta con Brasil. Dan ganas de hacer una excursión a Cibeles para celebrarlo.