La salida de Özil
Tiene recorrido, un cambio de ritmo brutal y una inteligencia privilegiada para ver el fútbol. Le falta definición de cara a gol: su único punto débil aún por pulir. Así definía a Mesut Özil en uno de sus primeros partidos con la camiseta blanca, donde ya empezaba a dar muestras del enorme talento que había fichado Mourinho. Su marcha ha dejado un malestar latente, que sólo obedece a la rapidez de la operación y a la incongruencia de tópicos enumerados por el famoso entorno del club blanco.
Cada suceso en el Madrid, una vez fuera el escudo de Mourinho, se utiliza como arma arrojadiza contra la figura de Florentino. Sucesos, que no crisis. De las crisis del Madrid ya escribió Jabois acertadamente. Pero volvamos con el caso que nos ocupa. 'A Özil se le ha vendido porque se necesitaba dinero para cuadrar las cuentas', afirma efusivamente hoy Martínez Bravo en AS. El caso de este señor sirve perfectamente para definir la doble moral que analizábamos la semana pasada. Es un tipo que elegiría siempre a Granero antes que a Modric. La consigna de españolizar la plantilla y usar la cantera por decreto, sin ningún proyecto o fundamento futbolístico. Jesé y Morata sí han llamado a la puerta con fuerza; tanto es así que la han derribado, por lo que cuentan con un puesto merecido en la plantilla. Se indigna con la salida de Özil cuando es él mismo que pide oportunidades para los canteranos. La marcha del internacional alemán deja el camino libre a Jesé. Evidentemente, pedirle coherencia a Martínez Bravo es una pérdida de tiempo.
Se ha querido llevar el caso Özil a un plano económico. Y es cierto: el padre del jugador se presentó el pasado verano en la T-4 del Bernabéu pidiendo un aumento de sueldo. Su magnífica Liga, el triunfo en la Champions y los goles anotados por Özil en la final de Copa eran argumentos de peso. Todo conduce a la mejor decisión de Florentino Pérez como presidente: dar plenos poderes al entrenador en la parcela deportiva. Mourinho y Ancelotti deciden sobre fútbol; se les paga para hacer su trabajo, que es elegir quién juega cada semana, qué jugadores son válidos para la plantilla, qué futbolistas entrenan mejor. El presidente, al igual que los propios jugadores, no debe opinar sobre decisiones futbolísticas en público. Eso para mí es un proyecto.